Hubo un tiempo en el que la frase de halago de moda de un
hombre hacia una mujer era aquello de “nena, tú vales mucho”. Claro que, invariablemente, lo decían mirando
el escote de la susodicha, o sus piernas, o todo el conjunto, mientras
componían un mohín apreciativo que les fruncía los labios y les hacía susurrar
las palabras, como si el “valor” del que
hablaban se lo estuvieran imaginando; en sus camas, concretamente. Si alguna cándida creyó que su halagador lo
decía por sus facultades cognitivas o profesionales, fijarse en la mirada que acompañaba a la frase le
hubiera dejado las cosas bastante más claras…, si no es que de cándida pasaba a
ser otra cosa.
Eso me lleva a esta época sin tapujos tan caballerosos, en
la que nadie se extraña de que a alguien le llamen gilipollas por una
discrepancia de opinión, pero en la que también se puede poner de manifiesto la
lujuria que provoca una señora o señorita, en forma de ideal apreciación a su
belleza.
Un hombre no debería decirle a una mujer con la que no tiene
mucha confianza que le parece guapa, como se guarda de decirle a ninguna mujer que
le parece fea. Decirle guapa a una desconocida o a una simple amistad debería
estar considerado de mala educación, de total impertinencia. Y ¿por qué?; por
varios motivos:
·
- Primero, porque nadie le ha pedido su opinión sobre el físico de esa persona.
- Segundo, porque eso de la belleza física es algo muy subjetivo y en nada meritorio del poseedor o poseedora. O en todo caso, debería elogiarse lo bien que se arregla una, o lo bien que elige la ropa que viste, o a la obra del cirujano plástico de turno, o al estilazo de la bella maquillándose. O, si nos ponemos puristas, a la madre que la parió, que tuvo buen tino con los genes…, pero eso tampoco es tan así, ¿verdad?
- Tercero, porque lo que sí es reconocer un mérito ajeno es elogiar la inteligencia, la valía profesional o de otra índole de esa mujer, sus conocimientos, su sentido de la amistad, su bondad, o cualquier habilidad que tenga, sin que eso implique connotaciones sexuales… Pero decir “eres guapa” significa sin error “me gustas”, es decir, una invitación solapada al flirteo (como poco), dando por supuesto que él, desde luego, tiene las características para gustar de antemano a la mujer en cuestión. Y no, señores, no nos gustan ipso facto, ni nos enamoran, ni les consideramos para un posible “revolcón” en cuanto sabemos que les parecemos guapas, monas o “cuerpazos”. Al menos, no todas; sobre todo las que hemos aprendido a pensar por nosotras mismas, digan lo que digan los estereotipos de conducta. Eso sí: nos pueden caer muy bien, como personas, si vemos que nos valoran como ídem (personas).
- Cuarto, y no menos importante, porque parece que esa clase de piropos son el sumun de lo que una mujer pueda esperar para sentirse elogiada y, de paso, escogida, integrada en el grupo de las aceptadas por un macho…, perdón, un hombre.
- Quinto, porque potencian la imagen de la mujer-florero, a disposición (siquiera visual) del hombre (cualquier hombre a quien pueda gustar) para que él le dé su aprobación por su atractivo físico. Y eso no solo es bien tolerado socialmente, sino que exalta los estereotipos ejemplares, para que el resto de mujeres tomen nota y luchen por convertirse en “guapas” o, lo que es lo mismo, apetecibles para un hombre.
Mírenlo así: cualquiera puede decir que es
bonito o feo en su opinión un objeto, pero no hay derecho a catalogar a las
personas por bonitas o feas, y menos en su presencia; ¿les parece lógico?
Esa “cosificación” de
la mujer, tan aceptada, tan extendida y tan normalizada, resulta molesta
porque, en muchas ocasiones, cuando apenas
te acaban de presentar o estás charlando con algún conocido, lo que sale para
halagar es el “tú eres muy guapa”, o “que ojos más bonitos”, “estás muy
bien”….¿”estás muy bien”?, ¿qué clase de piropo es ese?, ¿que estás muy bien
para qué?; una ya sabe valorar cómo está, gracias, tanto si se refiere al
aspecto físico como a la salud en general….¡Que a lo mejor te sientes hecha
unos zorros, y ahí estás, aguantando el tirón!; pero eso es otro asunto.
Vale que todas tenemos que ser condescendientes con lo que
la mayoría de hombres entienden por ser caballerosos, atentos o amables. En
realidad, no habría porqué, porque tampoco necesitamos de la aprobación expresa
de nuestro interlocutor para sentirnos en nuestro derecho a hablar o a ser
admitidas como interlocutoras aceptables. Pero, la mayoría, insisto, aplican el “oye, eres
muy guapa” para hacerte saber de entrada que le caes bien. Con eso has cumplido
EL requisito: puedes ser chillona,
callada, hortera o tonta del bote…, le gustas físicamente, y ya vale.
No me imagino a un hombre (ni siquiera un gay) diciéndole a
otro en público “eres muy guapo”, ¿ustedes sí?
Pero si se lo dice a una mujer, aún estando con más personas, nadie se
extraña, aunque todos sacan conclusiones evidentes. Y la interfecta tiene que
sonreír y dar las gracias, ¡además!
Fíjense que, la barrera para que un hombre no diga algo así
a una mujer atractiva, será casi siempre que:
·
- Está presente la pareja de ella (pero incluso puede hacerse fingiendo elogiarle a él, novio o marido, por su buen gusto).
- O está presente la pareja del “piropeador” (y a veces ni eso les frena, haciéndose los cordiales campechanos).
Cómo sienta que un tío te eche los tejos frente a tu pareja,
o que tu pareja se los eche a otra mujer, es mejor no contarlo; ni vivirlo.
Sobre todo porque, además de conflictivo, es innecesario.
No se sientan ofendidos, señores. No son ganas de reprocharles
nada; son ganas de informarles. Y de que
sus elogios sean a la valía personal y evidente de una mujer, si la tiene y
desean hacerlo, les parezca digna de ser su compañera sentimental o sexual o
no…Lo mismo, ni más ni menos, que cuando elogian a otro hombre porque sinceramente
les parece que sabe mucho de algo o es muy sagaz o muy hábil, aunque sea calvo,
de cierta edad o más bien feíllo. Lo mismo, créanme. Todos y todas quedamos
agradecidos y halagados.
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