jueves, 20 de septiembre de 2012

¿Qué es eso de “empoderamiento” ?



 Mira por dónde, la palabreja se ha puesto de moda. Se utiliza cada vez más, sobre todo en los textos de la red,  para hablar de la influencia o la capacidad de acción de grupos o minorías sociales. En algún contexto, una entiende qué significa y qué sentido tiene en determinado colectivo humano. En otros casos, la palabra (bonita, por demás) parece ser utilizada para encorajinar al personal o hablar de rendimientos que nada tienen de emocionales.

Vamos al grano: empoderamiento es darse cuenta, ser consciente a nivel personal,  del potencial real que se posee como persona.

Empoderarse es decirse: “aquí estoy”, “soy porque vivo”, “yo también sirvo”, “me conozco, me acepto y  ofrezco mis capacidades a  los demás”, “tengo un valor, confío en mí”. Y, eso, sea quien sea uno o una,  haga lo que haga, y con la seguridad de que puede hacer más y mejor. Eso es lo que se ofrece al empoderarse.
Si  después  resulta que, en el  grupo o en el ámbito que uno se desarrolla, los demás también saben empoderarse, genial. Pero a cada individuo nadie puede darle o quitarle su propio empoderamiento, su valor como persona. Sencillamente.

¿Qué no es empoderamiento?

La primera vez que leí la palabra “empoderar” fue en la entrada del blog de un profesor. Hablaba de cómo intentaba empoderar a sus alumnos, motivarles, demostrarles que eran (todos y cada uno de ellos) mucho más que jóvenes considerados inexpertos,  “pasotas” o “perdidos”. Me gustó el tono, la intención y los razonamientos. Me gustó lo de “empoderar”.

Pero, en esa ocasión, aún estando dirigiéndose a una clase, no se intentaba empoderar a un grupo sino de forma individual que, para mí, es lo que vale. Que cada uno pueda responsabilizarse de sus pensamientos, sus actos o sus sentimientos, ante la certeza de que se conoce, puede equivocarse y rectificar, y eso no le desmerece en sus valores como persona.

El único peligro que veo en la palabra no está en sí misma, sino en que los necios de costumbre la confundan con lo que no es empoderarse, es decir,  lo que no significa, y los “listos de turno” aprovechen la confusión para enardecerles y manipularles con el mal uso. 

Cosas como asumir poder sobre los demás, altanería, prepotencia, elitismo en alguna de sus variantes, o someter a los demás a la propia voluntad por algún poder coaccionador, se alejan absolutamente de lo que es empoderarse.

Desde ese “otro significado”, con ese mal entendido o cambio de sentido, podría emplearse lo de “empoderar” para manipular a las masas, aleccionar a grupos, hacer dogmatismo de cualquier tipo. El hecho de empoderarse es tan individual y personal como singularidades hay en una persona. Cada quien tiene valores, capacidades y habilidades distintas; cada uno o una se empodera cuando se descubre, cuando aprende a perdonarse y aceptarse y se ama a sí mismo o misma. Es cuando la confianza propia puede hacerte sentir “poderoso” o “poderosa”, no respecto a los demás sino respecto a tus capacidades de salir adelante, de sacar lo mejor de ti, y, en segunda instancia,  de que ese valor sea apreciado por los otros, porque es real y está ahí.

 La mujer es la que menos se “empodera”

Y, ¿por qué?  Por algo tan recurrente como es el rol que se nos ha dado. Muchas te dirán que no es eso, que es falta de tiempo para hacer lo que les gusta o para lo que tienen talento. Argumentarán que las cosas son como vienen, que ya es tarde para ser de otra manera, que no van a pararse a pensar en “tonterías”… ¿De verdad son tonterías? ¿Es tonto pensar en cómo querías ser y no eres por ser como los demás te han hecho?... ¿Quieres pensar en eso, o tampoco?

Hay muchas maneras de engañarse, y nosotras somos especialistas en el auto engaño. Durante siglos nos hemos dicho cuál era nuestro destino, cómo era nuestra naturaleza, nuestro rol, nuestra obligación, nuestra belleza… Todo eso, no era más que la repetición de lo que se esperaba de nosotras y se decía desde afuera .

Una autora escribía hace poco: “Las mujeres no tienen tiempo de vivir sus propias vidas, porque viven abocadas en la vida de los demás aunque no les necesiten”. Se refería, claro, a marido o pareja e hijos, de quienes nos hacemos responsables y de quienes estamos pendientes (o dependientes) toda nuestra existencia…., sin hacer caso de nosotras mismas. 

Escuchamos a todos, nos implicamos en los problemas de todos, y nos dejamos de lado con nuestras habilidades, sueños, o maneras de ser. Satisfacemos antes lo que los demás esperan de nosotras, aunque no sea necesario, que lo que a nosotras nos daría realización personal.

Eso también es no estar empoderadas, y si lo estuviéramos no dejaríamos por ello de querer y ocuparnos de nuestra familia. Es otra de las consignas que nos han grabado, como a fuego, tradicionalmente: “La mujer tiene que sacrificarse por los suyos; la que no lo hace, no es buena madre, esposa, hermana o hija”. Y, mucho o poquito, nos lo creemos tanto que lo ponemos en práctica, todas.

El día que dejemos de pensar que nuestra vida “podría ser peor”, el día que empecemos a pensar que “podemos hacer  algo mejor”, que los demás pueden valerse sin nosotras, que no somos un comodín para sus vidas sino unas vidas autónomas que deben disfrutarse y desarrollarse, viviremos más, nos apreciarán con más justicia y amaremos mejor. 


Los hombres lo saben

 Llega un momento, en que nosotras mismas deberíamos decirnos: “¿es esto todo lo que quiero, todo lo que sé hacer?”. Si nos contestásemos con sinceridad, veríamos que no era todo  cuando empezamos a soñar en nuestras vidas futuras. Empoderarse sirve para ir en busca de todo eso que dejamos atrás, que creímos perdido y en realidad sigue latiendo en nuestro interior, esperando el instante en que decidamos sacarlo. Empoderarnos no es traicionar a nadie, ni dejar de amarles, sino dejar de fallarnos a nosotras mismas.

Los hombres saben más de todo eso. Ellos acostumbran a ir en pos de sus sueños, en función de las habilidades que creen poseer y con las que se sienten realizados profesional o personalmente, en cualquier etapa de sus vidas. Si quieren ser pintores, escritores o técnicos informáticos, por ejemplo, lo intentarán con ahínco en algún momento de sus trayectorias. No renunciarán porque deben atender a sus padres mayores, a sus hijos alocados o a sus esposas deprimidas. Ellos están educados en otro rol en el que su vida, la propia, tiene prioridad. Así debe ser, sin por eso perjudicar a terceros. Por eso debemos aprender que, entre todos, podemos ocuparnos de todo, sin buscar que otro (casi siempre otra)  haga mayor sacrificio, y sin hacerlo tampoco.

Si eres hombre y la quieres, dile que tiene valores únicos que valdría la pena destacar;  díselo, sea tu mujer, madre, hija, hermana, amiga, o abuela. Ella vale mucho y necesita oírlo.

lunes, 17 de septiembre de 2012

La realidad, la física cuántica y otras especulaciones





Quiero hablar de la realidad en términos objetivos, es decir, sin catalogarla como eso irrefutable que está pasando porque es lo que la mayoría percibe. No sé si desde ese parámetro es posible acabar diciendo algo lógico, razonable al menos, pero voy a intentarlo.

Es cierto, cuando hablamos de la realidad nos referimos a lo que creemos que no puede negarse porque es lo que hay, lo que sucede o lo que todo el mundo percibe de la misma forma. Y, sin embargo, no es siempre así. Psicológicamente, puede concretarse que nadie ve ni percibe la realidad del mismo idéntico modo que quién tiene al lado. Aunque puedan estar de acuerdo en lo básico (formas, conceptos externos, desarrollo de acontecimientos) dos testimonios sobre el mismo hecho, en función de las mentalidades de esas personas, variarán en manera de asumirlo, lo que demuestra que realmente están percibiendo las cosas de modos diferentes. Luego, ¿qué es la realidad? ¿Cuál es la verdad? ¿Cuáles los hechos irrefutables? ¿Cómo estar seguros de percibir toda la realidad?

Y, si no es así, si somos conscientes de no poder asimilar más que nuestra propia versión de la realidad, ¿por qué no somos capaces de asumir que, tal vez, la realidad sea distinta a eso que creemos? Es posible que tenga que ver con nuestra capacidad cognitiva, pero también con las limitaciones de lo que nos han enseñado.

La realidad se mueve, ¿también se puede cambiar?

La física cuántica, o mecánica cuántica, es una de las ciencias que estudia la realidad, entre muchas otras cosas, como fenómeno del tiempo cronológico y su relación con la voluntad humana. Se han hecho muchas sugerencias al respecto;  las más famosas, demostradas o no, con sus partidarios y detractores, son en la línea de las investigaciones de Masaru Emoto, un investigador japonés, que lleva años asegurando que las propias palabras (o su inscripción) influyen en los cristales de las moléculas del agua, convirtiéndoles en bellos o feos según los sentimientos que expresen. Basándose en eso y en que el cuerpo humano está compuesto en un tanto por cierto elevado de agua, Emoto incide en la influencia que nuestros pensamientos, negativos o positivos pueden tener en la creación o desaparición de enfermedades, emociones o reacciones. Es decir, si incidimos en la materia según lo que pensemos, podemos cambiar nuestra realidad por otra.

Este y otros experimentos y teorías de la física cuántica formaban parte de la popular película-documental “¿Y tú qué sabes?”, realizada en el año 2004 por tres miembros de la llamada Escuela Ramtha de la Iluminación (Ramtha's School of Enlightenment), empresa creación y propiedad de  Judith Darleen Hampton, quien se hizo a su vez famosa por su supuesta abducción por el “extraterrestre Ramtha”, quien le dictaba valiosos mensajes para la humanidad. Con estas premisas, la credibilidad de la película queda en entredicho para escépticos y partidarios de la ciencia empírica. Máxime si se sabe que, aunque se cuenta en el film con testimonios de físicos cuánticos y otros científicos, algunos de ellos declararon que se les entrevistó sin explicarles el uso que iba a hacerse de sus afirmaciones y que, éstas, fueron utilizadas parcial y aleatoriamente y en ocasiones de forma manipulada.

¿Qué quiere demostrar la película?, ni más ni menos que formamos o reconducimos la realidad, según nos sintamos y nos mostremos. Basándose en la física cuántica y en muchas teorías de la ”nueva era”, se nos presenta cómo, los pensamientos que mantenemos sobre nosotros mismos o el entorno,  pueden llevar nuestra vida hacia una u otra distinta realidad, que será la que, finalmente, vayamos viviendo y dando por inevitable.
Esas teorías no deben ser las más serias ni coherentes (no en vano el documental ha sido denunciado y rechazado por buena parte de la comunidad científica, incluidos los especialistas en física cuántica), pero no menos sorprendente son las conclusiones de un profesor y físico francés,  llamado Jean-Pierre Garnier Malet.


Teoría del desdoblamiento del tiempo y el ser humano

Garnier Malet es un doctor en Física francés, especializado en mecánica de los fluidos, que descubrió en 1988 que el tiempo se desdobla. La aplicación científica de esa teoría, permitió explicar desde la llegada de planetoides al cinturón de Kuiper, hasta el mecanismo de los pensamientos, o de la vida. Porque, incluso en contra de lo que hasta hace poco tiempo se creía comprobado, Garnier Malet afirma que, gracias a su descubrimiento, puede comprobarse que no solo el tiempo se desdobla, sino que el ser humano también, siguiendo la pauta de casi todo el universo.

Su descubrimiento fue avalado en el año 2006 por la revista científica norteamericana American Institute of Physics, de New York, por primero posibilitar la predicción y después permitir constatar la llegada de planetoides al sistema solar, entre otras utilidades científicas.

La teoría del desdoblamiento afirma que nuestro cuerpo es también energía que puede proyectarse hacia el futuro, extrayendo información de esa realidad paralela, que traslada a nuestra existencia presente. Según Garnier, de cada instante que vivimos, una pequeñísima partícula es información mental que recibimos inconscientemente, sobre nuestro futuro, de nuestro “otro yo”, formado de energía, cuánticamente hablando.

“Tenemos la sensación de percibir un tiempo continuo. Sin embargo, tal como demuestran los diagnósticos por imágenes, en nuestro cerebro se imprimen solamente imágenes intermitentes. Entre dos instantes perceptibles siempre hay un instante imperceptible”, dice Garnier. Y explica, más gráficamente:

“El fenómeno del desdoblamiento del tiempo nos da como resultado el hombre que vive en el tiempo real y en el cuántico, un tiempo imperceptible con varios estados potenciales: memoriza el mejor y se lo transmite al que vive en el tiempo real.”
  
El doctor Garnier Malet comenta en su disertación que, de cada 25 imágenes por segundo que se proyecten en una pantalla, solo vemos 24, porque la número 25 nos pasa desapercibida, aunque nuestro cerebro capta subliminalmente la información que aporta esa imagen no advertida. De parecida manera, nuestro “yo”, lo que somos realmente, se desdoblaría en cuerpo físico con existencia consciente en el presente, y energía (que también forma parte de cada uno de nosotros) encargada de viajes en el tiempo, buscando el mejor modo de preparar nuestro futuro. 

Esa información, según Garnier Malet, se transmitiría al “yo” material, principalmente en las horas de sueño profundo. De ahí, la vital importancia que le da a la intuición, el pensamiento positivo y el instinto de supervivencia.

“Podríamos decir que entre el yo consciente y el yo cuántico se da un intercambio de información que nos permite anticipar el presente a través de la memoria del futuro. En física se llama hiperincursión y está perfectamente demostrada”, explica el científico.

Otra propiedad física, conocida como “onda-partícula”, desarrollada e investigada por el también físico francés Louis-Victor de Broglie y avalada por el propio Einstein, demuestra que también las partículas se desdoblan en corpúsculo y ondas de energía. Nuestros cuerpos, materia al fin, deberían seguir la misma ley, con propósitos definidos aunque, por ahora, ignorados para el ser humano. La teoría del desdoblamiento de Garnier Malet da sentido a ese propósito.


El futuro desde el presente, en clases rápidas

Todo suena a sorprendente descubrimiento científico, revestido de cierto rigor y con credenciales aceptables, hasta que se le sigue la pista a este señor, perdón, doctor.

 Garnier-Malet se anuncia, a raíz de sus dos libros, ofreciendo sus conocimientos y la posibilidad de aprender de sus teorías la forma de cambiar nuestra realidad presente, en los hipotéticos viajes al futuro mientras dormimos, en cursillos acelerados al módico precio de 250 € en Europa y 295 $ al otro lado del Atlántico. Todo muy bien desglosado en folletos que facilitan la participación   y rápido aprendizaje en intensivos de dos días o, si tienes más tiempo que perder, en diez días.

El científico presuntamente contactado por la NASA, se revela como otro gurú post-moderno, utilizando su teoría junto a afirmaciones esotéricas al estilo new-age, tan recurrido en estos casos…o sea, en los casos que suelen terminar en fraude.

Conclusión

La conclusión, después de todo esto, es que la realidad es la única que no engaña: acaba sacando a la luz a todo mercachifle, pseudocientífico, falso iluminado o aprovechado de turno, porque si algo no resisten es la codicia del mercado para crédulos que abren con sus apabullantes descubrimientos.

Lo mismito que el famosísimo film de El Secreto, que luego fue libro, y que no es ningún secreto más que, si tienes buena “vibra” como dicen los latinos, lo llevarás mejor que si gastas mala…sangre. Eso te lo dicen gratis los místicos orientales, que por eso sonríen siempre y viven muchos años.