lunes, 26 de noviembre de 2012

A vueltas con el enamoramiento, el amor y el instinto sexual




El aspecto sentimental de la personalidad humana es tan complejo que solemos confundirnos mucho entre los términos y las emociones. ¿Es lo mismo enamorarse que amar eternamente? ¿El amor verdadero debe ser eterno, o también es verdadero el que se termina? ¿Qué tiene que ver el instinto sexual a la hora de elegir determinado tipo de parejas? Si el amor es un producto cultural, como pregonan algunas voces,  ¿porqué existen diferentes orientaciones sexuales?, ¿porqué cada persona tiene un ideal, incluso varios, de atracción sexual y sentimental? ¿Qué es y qué no es estereotipo?

Enamorarse para siempre

Son muchas las cuestiones que planteo, pero todas ellas son de interés común, ¿verdad? Seguramente, todo el mundo se ha hecho esas preguntas o algunas parecidas a lo largo de su vida..., o se las hará cuando se enamore.  Pero, ¿qué es enamorarse? Desde luego, no la garantía de que ese afecto prioritario y arrebatado durará para siempre.

Se entiende el enamoramiento como la reacción posterior a la atracción, y más aún si es correspondida. La persona que se enamora intenta razonar para sí misma esa atracción hacia la otra persona, y solo encuentra motivos de valoración en ella. Si el sentimiento (o la emoción, aunque no son exactamente lo mismo) es mutuo,  el enamorado o la enamorada se sienten en sintonía y plenitud con la otra persona. La dicha que percibe parece tan completa que se vuelca en querer agradar a su nueva pareja, como objetivo primordial en su vida. Pero, ¿puede creerse, objetivamente, que esa necesidad de satisfacer y deslumbrar al otro (o la otra) se mantendrá en el tiempo? Afortunadamente, no, porque sería demasiado estresante. Enamorarse es necesario para focalizar el interés hacia esa persona que será nuestra pareja; lo necesario, como segundo paso en la relación, es saber amar.


Amando a la pareja o amando a un ideal

Seguramente,  nos enamoramos estando condicionados por nuestra educación. Desde pequeños,  nos hacemos una idea con lo que nos trasmite el entorno en que vivimos sobre lo que debe ser el amor de pareja, e incorporamos el aspecto sexual, según nuestras preferencias,  cuando vamos madurando nuestra personalidad. A las mujeres se nos ha educado más que a los hombres en el amor romántico: “el” (porque debía ser un “él”, no una “ella”, claro) vendría, como de milagro, y lo sabríamos en nuestro interior. “Él” nos protegería y nos adoraría, a cambio de ser bellas, fieles y fogosas… ¿o no? Claro que sí, así lo marcan los roles masculinos y femeninos del enamoramiento perfecto….Y esa es la base que perdura en el inconsciente, pese a siglos (ya) de libertad sexual y otras pseudo libertades.

Pero esa es la idea romántica que se forja en el enamoramiento, es decir, en la primera fase, y cuando la relación se va consolidando las cosas empiezan a cambiar, siquiera sutilmente. Es entonces cuando, en cada relación, o surge el verdadero amor o surge la dependencia emocional (en uno, en otro o en ambos) que nos atará a esa pareja disfuncional y que llamaremos “amar”, totalmente convencidos y mientras no nos despeguemos... ¿O creen en eso de “amar es no saber porqué”?

En muchísimas ocasiones, si no casi siempre,  las personas nos empeñamos en que el objeto de nuestro enamoramiento sea la persona amada. Parece de Perogrullo, pero son matices muy distintos: nos enamoramos de una atracción, sin conocer la realidad del otro en conexión con la propia; amamos a un conjunto de sensaciones y sentimientos que nos reporta esa conexión con la otra persona… Y dependemos cuando, pese a ser pésima esa conexión, nos empeñamos en que vivir esa relación (con esa persona, y no otra) es nuestro destino.

Es decir: no es lo mismo amar al otro u otra, lo que produce felicidad, plenitud, voluntad incondicional, confianza propia y en la pareja, que amar al ideal que nos hicimos y que no tiene nada que ver con la realidad que tenemos. También  hay que contar con que todos cambiamos, y las situaciones con nosotros.


¿Y el instinto sexual?

Pues, miren, esa es la mala noticia para algunos, porque eso (instinto o atracción sexual)  es todo lo que sienten por su pareja (o parejas) o es todo lo que su pareja siente hacia ellos. Por supuesto, es una tendencia completamente natural y necesario componente del enamoramiento y del posterior amor, pero no puede negarse que, cuando existe como única motivación de atracción, también puede ser utilizada para hacer creer al otro que se le ama. Incluso puede auto engañarse uno mismo (o misma), valga la redundancia, diciéndose que es amor el querer llevarse al catre a esa persona, cada vez que la ve o la imagina….Y nada más.

Cómo dice una canción de Serrat: “Me gusta todo de ti, menos tú”.

Pero es que, recapitulemos, seguimos hablando de enamoramiento y sus componentes. La química que motiva nuestra lujuria no es más que uno de ellos, pero amar, lo que se dice amar, es otra cosa.

Y que Dios o la Fortuna les conserven muchos años su instinto sexual hacia la persona estimada, pero no me digan que no se les despierta hacia nadie más, siquiera a milésimas de segundo, aunque amen de la manera más pura y real posible a su pareja, porque mentirían. Y no pasa nada porque ocurra así. Lo malo (para la pareja) es lo que se haga después de esa nueva atracción.

¿Y qué?, concluyendo

Pues, en realidad, nada. Lo único que digo es que, si nos paramos a pensarlo y aunque puedan variar los grados y combinaciones, la cosa de las emociones amatorias son más o menos así. En reglas generales, cada uno siente lo que siente y cree que ama o les aman como quiere creerlo. Si luego resulta algo distinto, no me vengan con reclamaciones…, les avisé.
Lo de “cada cosa por su nombre” sirve para eso, para diferenciar y aclararse, y no solo para llenar el diccionario.