Cada vez que comienza un año todos nos hacemos nuevos
propósitos, nos ponemos metas que deseamos lograr en el nuevo plazo de tiempo.
Luego, los más comprometidos consiguen alguno de sus objetivos pero la mayoría
de personas acabamos olvidándolos, postergándolos o convenciéndonos de que son inalcanzables para
nosotras. Y eso no ocurre solo con los buenos proyectos de año nuevo, sino que
suele ocurrir con cada plan de vida que hacemos y cuyas expectativas solemos
rebajar en cuanto surgen los contratiempos.
Quizás, como afirman quienes están considerados estudiosos
de la mente y el comportamiento humano,
existe una pauta, un esquema mental a seguir para controlar nuestra
voluntad y continuar con firmeza y
constancia aquello que anhelamos alcanzar, hasta alcanzarlo.
Henry Ford, el magnate y pionero de la industria
automovilística, tenía una curiosa costumbre: escribía sus deseos a conseguir
en pequeñas notas que llevaba siempre consigo y que releía tres veces en voz
alta cada noche, antes de irse a dormir. Pocas personas conocían esta “manía”,
pero Ford aseguró a sus íntimos que ese era el secreto de su fabuloso éxito
empresarial. Mentalizarse a diario de sus más firmes propósitos, le hacía
perseverar y acercaba a él ese destino deseado.
Esa es una de las anécdotas que cuenta, entre otros, Edward De Bono, profesor de Psicología y
estudioso del pensamiento, quien asegura haberla conocido de boca del propio
Ford y haber estudiado y desarrollado la influencia de esa función mental sobre
la vida de quienes la practican que, al parecer, son algunos más que el
emprendedor millonario de la automoción. Así lo afirma De Bono en sus libros y
teorías acerca del pensamiento humano, que hoy son textos obligados en el
estudio de distintas carreras académicas – Comunicación, Periodismo,
Psicología, Empresariales, etc. – como
“Seis sombreros para pensar” o “El
pensamiento creativo”.
Viktor Frankl, fue un neurólogo y psiquiatra austriaco,
fundador de la Logoterapia, que sufrió
los campos de concentración nazis durante tres años. Apasionado de su
profesión, se dedicó durante ese tiempo a observar sus comportamientos
emocionales y los de sus compañeros en situaciones tan extremas, para encontrar
la forma de soportarlas mejor anímicamente. Frankl dedujo que cualquier persona con un fuerte
propósito para el futuro – volver a ver a sus seres queridos, recuperar su vida
anterior o, simple y llanamente, sobrevivir al horror- poseía más resistencia y superaba más las
inhumanas adversidades que los que claudicaban y perdían las esperanzas.
Incluso aquellos que habían resistido
durante mucho tiempo por la convicción de conseguir un sueño, se rendían y se
apagaban en un instante, en cuanto empezaban a creer que ese sueño era ya imposible. Frankl afirmaba que "un hombre con una misión, la que sea, desea vivir".
Condicionar la mente en positivo hacia los retos o propósitos
es una de las máximas de la motivación personal, la autoayuda o las llamadas
teorías “new age”. Algunos motivadores lo hacen recomendando como terapia de inicio realizar listados, anotar las prioridades como si de escalones a superar se trataran; otros, como Louise
Hay, te enfrentan al espejo para manifestar tus determinaciones ante tu propia
imagen. El sistema es lo de menos, si
con ello reafirmas tus intenciones y tu autoestima.
Y, después, están los partidarios del pensamiento crítico,
los que creen que la realidad es solo lo que puede demostrar la ciencia, y que
la ciencia es ciencia cuando puede observar, medir y pesar. Pero, ¿cómo se mide
un pensamiento, sino por sus efectos sobre el pensador?
La prueba empírica de que la determinación y la constancia
funcionan, es el propio logro de esos objetivos ansiados. Da igual si la “fórmula”
para esos logros proviene de mecanismos mentales, energías intangibles o una no
menos mágica mezcla de voluntad y suerte; lo que interesa es que se produzca lo
que deseamos o necesitamos, y no conozco a nadie que lo haya logrado
renunciando y deprimiéndose…Ni sintiéndose predestinado a un camino distinto a
sus deseos por su origen, circunstancias o edad.
Henry Ford comenzó siendo el hijo de unos granjeros humildes
y, de la nada, montó un imperio empresarial; Viktor Frankl sobrevivió a toda su
familia en los campos nazis y volvió a ser un eminente neurólogo; Louise Hay, tras una infancia desgraciada y
una vida azarosa, comenzó a tener éxito con sus libros con más de 50 años de
edad y fundó su propia editorial a los 60. Todos ellos se recordaron durante
mucho tiempo que tenían un propósito, que querían conseguirlo y que iban a
lograrlo…Y el deseo se cumplió, o supieron atraerlo a sus vidas.
Sin ser famosa ni una genio en nada, yo misma he puesto a
prueba mi “buena suerte” – dicen que no existe, pero se crea- practicando la positividad aunque el panorama
estuviese muy crudo. Debo confesar de mi experiencia, para decepción de los que
abogan que” lo que parece imposible, no puede ser” que, también para mi
sorpresa, mis papeletas en contra se fueron volviendo a mi favor…, no me
pregunten cómo. No diré que, aún
teniendo esos precedentes en mi vida, no lucho contra la costumbre del
pesimismo, el derrotismo y la fuerza de la inercia…, pero intento recordarme, escribiendo en papelitos como Ford o con espejos inquisidores, que si ya lo conseguí unas
cuantas veces puedo volver a conseguirlo o incluso mantenerlo en el
tiempo.
En conclusión, cada uno y cada quién puede elegir lo que
piensa y también lo que piensa sobre sus posibilidades y la fuerza de sus
propósitos. Como para todo, va bien conocer las dos opciones para esa meta: o
estimular la predisposición y la lucha, o pensar que, si pinta feo, hay
contratiempos, todo es muy difícil y no parece posible, la lógica dice que no
es alcanzable. Decidan ustedes, pero no olviden que están escogiendo lo que
piensan, y lo que piensan será su realidad. Yo les deseo que el año próximo no
tengan que repetir propósitos.
Interesantísimo artículo, Lady Zeronine. Desde mi punto de vista, querida amiga, plantearnos a nosotros mismos propósitos y aspirar a la consecución de objetivos es un ejercicio sumamente sano, incluso aunque seamos conscientes de que muchos de esos proyectos no se llevarán finalmente a cabo y que las metas no serán alcanzadas. El simple hecho de hacer planes de futuro implica "pensar en positivo" lo cual es siempre reconfortante.
ResponderEliminarUn abrazo!!
Muchas gracias, mister Del Olmo...Y de paso un abrazo y un besote.
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