La sociedad sigue estructurándose para que las mujeres
seamos ciudadanas de segunda fila o, a lo sumo, para que cumplamos los requisitos de bellas comparsas
a la sombra de los hombres. Y esto sin que unas ni otros nos percatemos apenas,
acostumbrados a unos convencionalismos que no dejan de enviar mensajes en ese
sentido, constantemente.
Solo hace falta fijarse en los diálogos de las películas o
de las series de televisión; o, incluso, en las descripciones de las mujeres
que hacen los más brillantes escritores (y escritoras, que nosotras también caemos
en los tópicos establecidos) en las más célebres novelas ¿Recuerdan algún
párrafo literario que idealice a una protagonista y no diga para ello que era “hermosa”, o “sensual”,
o “tierna”, o “suave como la noche”, o algo así de sugerente? ¿Se aplica esos
calificativos para los hombres?
Pero en la
comunicación audiovisual es dónde más cala ese mensaje sexista, por su
subliminalidad e inmediatez hacia un público mayoritario. Por eso me llaman la
atención esas frases, casi inevitables en cualquier guión, de las que quiero
hablar aquí. Espero que, con estos ejemplos, incluso los más reticentes o
escépticos quieran darme una pizca de razón.
Vamos allá, imaginemos algunas situaciones típicas o comunes
en los argumentos de muchísimas películas o series de televisión y veamos cómo
se desarrollan:
Supuesto argumental 1: Emotivas escenas de un hombre que habla
sobre los deseos de su vida, mientras corre
el peligro inminente de morir. Habla de su anhelo de seguir viviendo para ver
un nuevo amanecer sobre un bello lugar del mundo, o de saborear un buen vino, o
de sentir el sol sobre la cara, y- nunca
falla- de volver a estar (a veces dicen “disfrutar”, literalmente) con una
hermosa mujer.
Otra variante es cuando un hombre describe sus aficiones de “bon
vivant” o sus gustos exquisitos; para demostrar lo mucho que aprecia lo bueno
de la vida, dirá algo así: “Me encanta recorrer
el mundo, alojarme en los mejores
hoteles, disfrutar de los productos más
excelentes y del cálido cuerpo de una bella mujer”. Los más duros, o
burdos, dirán que les gusta la cerveza (o el whisky), una tarde viendo deporte
con los amigos y las mujeres, así, en genérico, dando por entendido que ese
tipo de persona (las mujeres) no le
gusta para mantener una buena conversación, ni por el placer de conocerse más
que sexualmente, claro. Si dudáis de lo que digo, fijaos la próxima vez; no os
defraudará el experimento.
Que lo anterior lo diga una mujer es más difícil; ellas
hablarán de todo lo demás, incluso puede que de darse el gusto de beber una
buena cerveza fría, pero preferirán ver
o estar con sus hijos o su familia a
nombrar siquiera lo de los encuentros sexuales…A mucho tirar, alguna echará de
menos volver junto al hombre soñado, uno en concreto, el chico de la peli, y
punto.
Supuesto argumental
2: Escena de una relajada fiesta, donde los protagonistas se van
encontrando e intercambiando cumplidos.
Da igual que el ambiente sea elegante y encorsetado, o más festivo y desenvuelto.
Invariablemente, los apelativos para las damas serán “estás preciosa”, “eres la más
elegante de la fiesta”, “hermoso vestido”, y halagos por el estilo. A
ellos, tanto hombres como mujeres les dirán, a lo sumo y más o menos
afectuosamente, un apreciativo “me alegro
de verte” o “gracias por haber venido”. La diferencia evidente: en ellos,
los caballeros, lo que cuenta es su presencia, su participación y deferencia
para con los demás presentes, mientras en ellas se valora su buen aspecto, su
contribución estética, su deseable compañía para lucirse con alguien de buen
ver. Al parecer, los señores prefieren mucho más conversar, bailar o que se les
vea con un bonito cuerpo femenino, adecuadamente aderezado para la ocasión, y
las señoras no hacen caso del aspecto físico de los invitados masculinos, sino
de su relevancia social o afectiva. Diferentes pesos evaluatorios, en los que
las mujeres no pasamos de ser los elementos decorativos…Y el espectador – o espectadora-
se queda tan contento, pasando por alto la sutileza del mensaje que, sin
embargo, queda en su mente archivado para futuros usos reales, no de ficción.
Supuesto argumental
3: Escena de presentación entre dos grupos de personas. Tampoco importa si todo
es cordial o los antagonistas se toman por tales entre ellos. Lo que no
variará, en ningún caso, es que, de haber una mujer en uno de los grupos,
alguno de los hombres presentes pregunte aquello de: “¿quién es esta preciosidad?” o hasta el malo más malvado se lamente
de tener que hacer daño a su prisionera diciéndole compasivamente: “lástima que esto tenga que pasarle a una
mujer hermosa, como tú”… Queda de manifiesto que a las que no le parecieran
hermosas le importaría un pepino lastimarlas o matarlas, que para el caso es lo
mismo, porque a la guapa también está dispuesto a machacarla viva pero, oye, la
chica va a sufrir con piropo y todo…¿Preguntan alguna vez los personajes de las
pelis “quién es ese tipo tan guapo” o se
detienen a decirle a sus víctimas masculinas que sienten estropear sus bellos
cuerpos, antes de pegarles un tiro o torturarles?, no…, aunque si tienen ganas
de charla les dirán que han sido contrincantes muy duros, dignos adversarios
o que estaban deseando sacárselos de en medio…Con
ellos a lo valorativo concreto, con ellas no hay que dejar pasar la oportunidad
de justipreciarlas como objetos de deseo.
Nadie se para a pensar que, a una mujer como a un hombre, lo
que menos le preocupa cuando está en serio peligro es que su atacante le diga
lo atractiva que le parece. En todo caso, a nosotras y a vosotros nos gusta que
esa clase de elogios se produzcan de parte de nuestra pareja, la de turno o la de
toda la vida, en momentos de íntima complicidad y con la posibilidad de
responder de buena gana y en el mismo
sentido. Ni en personajes de ficción ni en los de la vida real esperamos que se
nos vea como floreros andantes, y se nos valore como valiosas obras de arte o
recipientes para salir del paso….Bueno, algunas mujeres, bien adiestradas, sí
lo esperan; de hecho, ponen de su parte para lograrlo, pero eso es otro caso y
ya se desengañarán, pobrecitas.
Hay cosas que no cambian a pesar de todas las
modernidades, intentos de igualdad,
leyes de “paridad” y falacias por el estilo. Las mujeres, en la ficción como en
la vida, podemos representar para los demás muchos papeles; pero del que no nos
libramos ni queriendo, es del juicio ajeno
sobre nuestro aspecto físico y nuestra capacidad de atracción sexual. Muchas
creen tener terreno de éxito ganado, al
emular a las sex symbol más glamurosas, o al disfrazarse de “chicas malas” pero
libidinosas activas y manifiestas; alguna vez en sus vidas descubrirán que eso
solo funciona en el cine y porque en las pelis la historia siempre queda a
medio contar.
Estupendo artículo, tantas verdades que dices vividas por mi ,no yo en primer termino pero si de un familiar libidinosa, y otras cosas que dices, patina una y otra vez por ir de mala y dura por la vida, un saludo cordial
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