martes, 24 de julio de 2012

Trastornos psicosomáticos y "La mente dividida"


  ¿Qué te duele,  a nivel físico y a menudo?  ¿Sabes de qué puede provenir ese machacón dolor de cabeza o el repetitivo dolor de espalda?



Es curioso que la mayoría de los achaques comiencen a aparecer hacia la mediana edad, cuando las personas empezamos a tener una variada trayectoria de incidentes emocionales en nuestras vidas; aunque cada vez más jóvenes se van viendo afectados, debido al estrés de la inseguridad en el  futuro. Se entiende mucho mejor cuando se sabe que, como muchos investigadores médicos han determinado en los últimos años, la influencia de las emociones fuertes y negativas deja su huella en el organismo  y, dichas emociones, se manifiestan a través de él.

Lo que damos en llamar “achaques”, dolores molestos y aleatorios, que nos hacen vivir incómodos o complican nuestra existencia con innumerables visitas a los médicos, si persisten,  no parecen tener una causa física definida y afectan a una gran mayoría de la población adulta. Muchos de estos trastornos, como dolores musculares, alteraciones gastrointestinales, jaquecas, mareos, alergias dérmicas y otras pequeñas dolencias, que a veces parecen crónicas y se repiten a lo largo de los años, no son fácilmente diagnosticables, al no deberse a causas físicas comprobables, como demuestran los análisis y chequeos médicos. Son las llamadas "enfermedades psicosomáticas".

Dolores o trastornos psicosomáticos

Cada vez más, la ciencia médica demuestra que cuerpo y mente interaccionan más de lo que se asumía hasta no hace muchos años. Poco a poco, se admite entre los profesionales de la salud que ciertas dolencias y enfermedades pueden ser debidas, o verse influidas, por los procesos mentales, al igual que éstos sufren cambios cuando se padece una enfermedad física.

Un fuerte trauma, el estrés y la depresión repetitiva o continuada, provocan síntomas físicos que pueden confundirse con patologías orgánicas. El ser humano es un todo en el que cuerpo, mente y espíritu se intercambian información. Si una parte enferma, las demás lo expresarán a su modo.

El doctor John Sarno creyó haber dado con la explicación a esa epidemia de los siglos XX y XXI, y llamó a su, entonces, teoría “Síndrome de Miositis Tensional o neuromuscular” o TMS. ¿En qué consiste esa teoría, hoy en día llevada a la práctica por algunos profesionales y terapeutas médicos, para el tratamiento de todas esas afecciones? Es lo que explica en “La mente dividida”, el último de sus libros sobre el síndrome que descubrió.



¿Qué me pasa, doctor?

La mayoría estaremos de acuerdo en que cuando estamos altamente nerviosos, pasamos por un mal trance o generamos un alto nivel de estrés, nos sentimos mal físicamente. ¿Quién no ha tenido náuseas ante un evento importante en su vida- las famosas “mariposas en el estómago”, al menos-, o ha sentido dolorido todo el cuerpo frente a un golpe emocional?

O, quizás, nos damos cuenta de que, al estar sometidos a una tensión estresante, aparece ese dolor de cabeza pulsante y persistente, o los músculos de la espalda parecen haberse inflamado, y nos producen tirones, molestias o dolor. Sin embargo, a menudo basta con que pase ese momento de inquietud o sufrimiento emocional, para que esos dolores se alivien o desaparezcan en cuanto nos sentimos más tranquilos. Es lo que se llama “dolores psicosomáticos”, y lo que demuestran es que nuestras emociones más profundas y negativas influyen en nuestro cuerpo, reflejando en forma de dolencias o molestias físicas nuestro malestar psicológico.

El doctor Sarno va más allá, y se atreve a decir que muchas afecciones musculares, aparentemente crónicas y de origen físico, muchos problemas gastrointestinales, como el reflujo, la acidez estomacal habitual, el colon irritable o incluso las úlceras, así como numerosas alergias, la hipertensión, fibromialgias  y otros trastornos, no son producto de un fallo del cuerpo, sino de la repercusión de nuestro sentir emocional en conflicto.

Según los estudios efectuados por John E. Sarno y sus colegas del Instituto de Rehabilitación Howard E. Rusk del Centro Médico de la Universidad de Nueva York, incluso enfermedades como el cáncer,  dolencias cardiovasculares, o el colon irritable, pueden ser producidas por fuertes estados emocionales, perpetuados a través de mucho tiempo.
  
Muchas personas se pasan largas etapas de sus vidas buscando las causas a sus dolores de tipo crónico, sin que los médicos encuentren trastornos físicos que determinen un diagnóstico. En la mayoría de esos casos, si no en todos, esos padecimientos se deben a factores psicológicos. Son los llamados dolores psicosomáticos, que pueden estar producidos por diversas alteraciones psíquicas.

En psiquiatría, están definidas ciertas formas de conducta que parecen propiciar algunas enfermedades. Según su tipología (A,B o C), estos distintos rasgos de personalidad predispondrían a sus portadores a desarrollar ciertas dolencias graves. De ese modo, los individuos de la personalidad establecida como tipo A, respondería al perfil de personas inquietas, impacientes, muy involucradas con su trabajo, hiperactivas, con tendencia a poder padecer cardiopatías. Quienes concordaran dentro de la personalidad B, serían sujetos tranquilos, equilibrados, confiados y con buena expresión de sus emociones, y no presentarían tendencia asociada a ninguna enfermedad, ya que su comportamiento parece proteger a su organismo. Mientras que, la personalidad C, correspondería a personas sumisas, conformistas y pasivos, con baja capacidad de expresión de sus emociones, que algunos estudios señalan como propensos al cáncer.

Pero la manifestación más común de los trastornos psicosomáticos suele ser a causa de fuertes shocks emocionales, traumas, o las secuelas de esas situaciones, como el estrés emocional o la depresión exógena. Cualquier persona puede estar expuesta a esas manifestaciones, como reflejos en el cuerpo de problemas psicológicos no resueltos.



“La mente dividida” de John E. Sarno

John Sarno, dice en la introducción de su libro que “el objetivo principal de 'La mente dividida' es explicar la naturaleza del proceso psicosomático, especialmente el estado psicológico que da lugar a evidentes síntomas físicos. El objetivo secundario es llamar la atención hacia la estrechez de miras de muchos practicantes de la medicina contemporánea que no reconocen la existencia de los trastornos psicosomáticos y que, al actuar de esta forma, contribuyen a su propagación.”

El título del libro se debe a la existencia de lo que los profesionales denominan “dos cerebros”, y que no es más que las dos partes en que fisiológicamente parece dividirse el cerebro humano. Una, la primitiva, la que hace aflorar nuestro infantilismo, nuestra agresividad o nuestro miedo, es la mente inconsciente, que se produce en la parte más profunda del cerebro, justo por encima del tronco cerebral; la otra, de relativamente más reciente “descubrimiento”, es el llamado neocórtex frontal, producto de la evolución, que genera la mente consciente, los pensamientos civilizados, la razón, el intelecto, la comunicación y la moral del hombre moderno que conocemos. La interacción de estas dos partes del cerebro, producen esos trastornos psicosomáticos, como respuesta a las emociones, al sufrimiento emocional.

Naturalmente, al tratarse de dolores físicos producidos por estados emocionales, la medicina convencional suele no encontrar el origen, ni conocer la medicación adecuada para su desaparición. El método del doctor Sarno, sin embargo, se ha revelado efectivo en miles de pacientes, al abordar los problemas físicos desde el punto de vista de “curar” las emociones negativas que los provocan.


 Métodos para evitar el dolor psicosomático

 
Cualquier dolencia, molestia o sintomatología recurrente, debe ante todo ser diagnosticada por un médico. Si no se encontraran factores físicos que explicasen la enfermedad, debe tenerse en cuenta la posibilidad de que se trate de un trastorno psicosomático y acudir a un especialista que ayude a determinar los posibles motivos psicológicos y a ponerles remedio.

Si se ha pasado o se está pasando por un duro trance, es muy probable que se presenten dolores de alguna índole, junto al sentimiento de angustia, pena o frustración. Afrontar estas situaciones con el máximo positivismo, aceptación (que no resignación) y paciencia, evita que el organismo se vea afectado.

Existen técnicas de relajación que contribuyen a pasar esas etapas evitando el estrés, calmando el ánimo y mejorando el estado físico general. La meditación, el control de la respiración, el ejercicio o deporte equilibrado, la musicoterapia, como ejemplos, y un progresivo cambio de mentalidad hacia lo positivo, ayudan a una mejor comprensión de la situación y de los propios sentimientos. Los dolores psicosomáticos producidos por traumas emocionales, suelen desaparecer cuando el conflicto emocional es abordado, expresado y tratado correctamente.

Pueden existir otras manifestaciones de tipo psicológico que cursan con dolor o con la sensación de estar enfermo. El trastorno de somatización (hipocondría), o el trastorno de conversión, serían algunas de estas posibilidades. Por ello, es importante acudir a los profesionales de la salud cuando un síntoma doloroso se muestra recurrente pero, una vez descartado el factor de origen orgánico, tratar también el estado anímico y mental. Es bueno saber que,cambiando la forma de enfocar los problemas cotidianos,  podemos evitar dolores y molestias que perjudican nuestra calidad de vida.




sábado, 21 de julio de 2012

Asustar, silenciar, dominar: la estrategia del control social


En la bolsa de la vida física que nos toca revolver, no todo son realidades agradables, porque no todas las emociones, propias o ajenas, tienen acciones o reacciones positivas. Todos estamos conectados, para bien o para mal, y los actos de muchas mentes disfuncionales influyen en la realidad de todos. Es lo que está pasando con muchos países, entre ellos España.



El poder convierte a los que gobiernan en mentalidades ególatras; y con ello no estoy recurriendo al insulto ni a la descalificación, sino a la constancia de una realidad, al margen de otras consideraciones. Observando con un mínimo de imparcialidad, no se puede negar lo disfuncional de sus actos, por la forma de mostrarse y dirigir a un pueblo.

Noam Chomsky y las evidencias

No se trata de buscar culpables, sino de evitar que nos conviertan en víctimas. Es nuestra responsabilidad,  como personas mejor equilibradas,  no dejar que la injusticia y el engaño dominen el entorno en el que nos desenvolvemos, en beneficio de unos pocos. El cambio empieza por uno mismo, el equilibrio debe ser el propio, pero desde esas perspectivas no podemos dejar que otros sigan con los ojos cerrados, ni cruzarnos de brazos ante lo que la fuerte negatividad reinante hace a la mente colectiva.

Siempre cito a Noam Chomsky, porque fue quién más valientemente difundió el manual de las Estrategias para la Manipulación de Masas que utilizan, desde hace mucho, los que gobiernan para conseguir las reacciones que quieren de la ciudadanía. Chomsky lo ha desvelado en sus libros y en distintos medios de comunicación. Y cuadran, ahora mismo, con lo que se está poniendo en marcha de forma global.

Esas estrategias son principalmente diez, pero una de las que con mayor claridad y evidencia se está imponiendo en España, por centrarme en mi país, es la del miedo: para generarlo, hace falta crear problemas, que necesitarán soluciones drásticas;  justo las que la élite dominante quiere imponer. El miedo a esos problemas supuestamente inevitables, hace que el pueblo acepte las “soluciones” que se propugnan desde los gobiernos. Se acepta mayoritariamente como algo inevitable, para el bien común, sin alternativas…, cuando en realidad ha sido un pensamiento impuesto,  ante una necesidad creada artificiosamente.

Este otro blogero lo explica con ejemplos más gráficos, que todos entenderéis e identificaréis con situaciones conocidas:

Crear problemas y después ofrecer soluciones. Por ejemplo: dejar que se desenvuelva o se intensifique la violencia urbana, u organizar atentados sangrientos, a fin de que el público sea el demandante de leyes de seguridad y políticas en perjuicio de la libertad. O también: crear una crisis económica para hacer aceptar como un mal necesario el retroceso de los derechos sociales y el desmantelamiento de los servicios públicos. - (Fuente: Omar Montilla)

Conseguido el miedo generalizado y la obediencia resignada, viene el acallar a las voces que quieren derrumbar esos muros. Llega la coacción, la prohibición de revelarse contra las medidas tomadas y quienes las ordenan,  la criminalización de quienes van contra el poder establecido, la exaltación obligatoria de los modos de comportarse impuestos por  la élite dominante. Para eso hace falta otra clase de manipulación: la de hacer sentir culpables de la mala situación a los propios dominados:

 Reforzar la autoculpabilidad. Hacer creer al individuo que es solamente él el culpable por su propia desgracia, por causa de la insuficiencia de su inteligencia, de sus capacidades, o de sus esfuerzos. Así, en lugar de rebelarse contra el sistema económico, el individuo se autodesvalida y se culpa, lo que genera un estado depresivo, uno de cuyos efectos es la inhibición de su acción. Y, sin acción, no hay revolución! - (Fuente: Omar Montilla)

Conseguidos esos objetivos, mayoritariamente, ya está en marcha el sometimiento, la aceptación de la dominación como algo inevitable y que va perdiendo sentido de imposibilidad o pérdida de libertad. Se asume la inevitabilidad de ese modo de vida, se apaga la rebeldía y la resistencia hacia las imposiciones. Se identifica un solo poder centrado, inapelable y  dominante.

Cómo combatir la manipulación y el miedo

Todo sentimiento de miedo tiene un único componente que le da poder: creer en la amenaza.

Para no caer en la confusión que lleva al dominio del temor, tenemos algunos pasos que pueden ayudar a mantener el equilibrio emocional y la claridad de ideas:
·        
  •  Recordar que se tratan de estrategias psicológicas para dominar la voluntad de los ciudadanos.
  •   Mantenerse en contacto con otras personas o grupos de personas que actúen en contra de ese manejo manipulador de forma serena, constante,  objetiva y pacífica. Unir fuerzas, compartiendo conocimientos, ideas  o habilidades útiles.
  •   Informarse bien, de forma lo más contrastada posible, y tener claro que los derechos conseguidos no han sido otorgados, sino que pertenecen a la dignidad de las personas.
  • No dejarse distraer por tácticas disuasorias, enervantes o para provocar nuevos conflictos. Ser objetivos en todo momento.
  • Cuidar el propio equilibrio personal, la tranquilidad y serenidad interior. Se trata de circunstancias de vida, no de toda la vida.
  • Animar y proteger a los compañeros menos motivados y más dominados por el temor o la indefensión.
  • No dejar de lado el sentido del humor, para no dramatizar las situaciones, ni recargarlas de emociones negativas.
  • No actuar solo por beneficio propio, sino pensando en el bien común, en los que están en nuestra misma o parecida situación o más indefensos.  La solidaridad y el altruismo crean más unión y altruismo. “Divide y vencerás”, es la máxima de quienes quieren dominar.
Si todos y todas nos mantenemos despiertos y atentos, responsables de nosotros mismos y mismas y de nuestras actuaciones, podemos tener una esperanza de no  caer en la credulidad en el miedo, de hacerle frente de una forma efectiva y de que no llegue a existir un mundo más deshumanizado y peor que el que nos están creando.

Podéis leer el decálogo Chomsky, sobre las Estrategias de Manipulación Social, aquí:


miércoles, 18 de julio de 2012

Día de Acción de Gracias


No voy a hablar de la festividad con ese nombre que celebran los estadounidenses, allá por las cercanías de Navidad. Voy a hablar de “mi” acción de gracias y de la acción de dar las gracias.
Porque, hoy, es un día de dar gracias por distintos motivos, para mí… ¡Y me llena de felicidad hacerlo!



¿Qué es dar las gracias?

Dice Louise L. Hay, la escritora y motivadora personal, que dar las gracias – ya no a una persona en concreto, sino de forma íntima y a la vida en general, o por la solución de problemas cotidianos, o por sentirse especialmente bien en algún momento- atrae buena suerte. No creo que eso sea como un conjuro mágico, pero le veo razonamiento lógico, en cuanto que el acto de dar gracias relaja a quien las da, atrae la sensación de alivio y felicidad y todo se hace con mayor ánimo y energía, después….Y es más fácil que, así, salgan las cosas bien.

Esa escritora, la Hay, explicaba en sus libros que es bueno incluso escribir pequeñas notas de agradecimiento, que pueden releerse de forma privada y en voz alta en momentos puntuales del día: antes de irse a dormir, al despertar, cuando se está bajo de moral…, y que, de ese modo, el espíritu vuelve a sentirse un poco más lleno de alegría, esperanza, entusiasmo…Por ridículo que parezca ir escribiendo en papelitos y leyendo en solitario, valdría la pena si se consigue sentirse mejor, ¿no?...Lo anotaré en mi agenda, como plan a tener en cuenta.

Y esto sería la vertiente personal y más egoísta de mostrar gratitud, pero es que es mucho más y va más lejos, aunque apenas reparemos comúnmente en ello. A ver si soy capaz de explicar ese enorme alcance.

El acto de dar las gracias, repercusiones

Decimos la palabra “gracias” montones de veces en nuestra vida; muchas veces al día, en algunos casos. La mayoría de ocasiones es una mera fórmula de cortesía, como decir hola o decir adiós. ¿Vemos en realidad su importancia?, no; pero, aun sabiendo que se dice de forma automatizada y por urbanidad, a todos agrada oír un “gracias” de quien sea.

Recordad  lo que es esa palabra cuando suena sincera y es motivada, cuando se sabe porqué se agradece,  cuando llega a uno o una llena de reconocimiento por una labor, un detalle hacia otra persona, una buena acción. Estás diciéndole al otro: “sé que me has ayudado, que eres buena persona, que haces las cosas bien”. Dar las gracias, recibirlas, son actos de amor…, aunque suene sensiblero.

Porque, sí, todos sabemos que hay personas a las que le da pudor hablar de amor (el genérico, el que está en todas partes escondido, no solo el estereotipo sexual) y no digamos lo de dar las gracias sinceramente. Hay personas a las que parece que les cuesta mostrar su afectividad, y mucho más  lo de dar o recibir agradecimiento humildemente. Y, sí,  ser agradecidos o aceptar la gratitud ajena son, en ambos casos, actos de humildad, si son sinceros: el que las da, porque muestra su reconocimiento a la otra persona; el que lo acepta, porque lo hace en demostración de su disposición para ayudar, sin vanagloriarse, ni ufanarse por ello. …De ahí el “no hay de qué”, que debería ser también siempre sincero y elimina deudas. Ser humilde no es ser o demostrar inferioridad, ni rebajarse ni ser rebajado, como parece pensarse en ocasiones. La verdadera humildad es otra grandeza humana, que nos iguala a todos, que aparta la prepotencia y el melindroso y descastado aparentar una dureza de corazón que de nada sirve.

Así, pues, tenemos que, el hecho de dar las gracias, aporta al “dador” alivio, esperanza, afecto, goce, tranquilidad, empatía…Y a quien las recibe le da reconocimiento personal, autoestima, sentimiento de ser aceptado y estimado, orgullo (del bueno) y valoración de sí mismo y de la persona que le agradece…. ¿Porqué ser reacio a mostrarse agradecido o agradecida?...¡si es estupendo!

Gracias a la Vida, o llámala como quieras

Desde mi visión de no creyente de un dios externo, independiente, enjuiciador  y justiciero o irascible, creo, en cambio, que hay algo entre los seres humanos superior a lo que creemos o percibimos. Llámalo Dios, si te complace más; llámalo Fuente, Origen, Ser Superior, Luz, Espíritu o invento cósmico..., solo por tu comodidad, que en nada influye a mi íntimo sentir, ni al tuyo.  Yo prefiero llamarlo Vida, con mayúscula.

A ese “ser” (que lo es porque  “es”, no por corporeidad) le da poder de manifestación nuestra propia existencia: existe porque existimos, discurre como decidimos y porque vivimos, no tiene sentido ni forma de materializarse sin cada uno de nosotros y nosotras. Depende de cada ser vivo y, sin embargo, es poderoso en todas las vidas….Porque es la Vida.

 Estoy con el pensamiento que dice que, así cómo definas tu vida, será.  Si decides que es, en general, “mala” o “dura” o “cruel”, es muy posible que lo aparente o lo sea. Si decides que “no es tan mala”, que también tiene cosas maravillosas, que te enseña tengas la edad que tengas y seas quién seas…, puede que aprendas algo, con más alegría. Y luego están los que le sacan partido y casi siempre lo pasan bien.
Por eso conviene ser agradecido con las cosas buenas, con las satisfacciones, con los pequeños ratos divertidos, gratos, felices, con las ocasiones de celebrar o incluso de remontar, después de una caída. Y con las personas que conoces, las que van llegando a tu vida, las que, consciente o inconscientemente, te enseñan, te ayudan, te hacen crecer interiormente…Porque a ellas también las trae la Vida, y hay que saber verlas.

Por todo, 


martes, 17 de julio de 2012

El síndrome de "estar quemado"




Justo ayer, leía el comentario de un “informado” seguidor de una página sobre el estrés. El caballero aducía que “el estrés no era malo, porque un investigador de Harvard había descubierto que estimulaba la alerta y atención hacia algo importante que estaba ocurriendo, y también la concentración para solucionarlo”… ¡Ah, y añadía a sus argumentos que se había constatado que “era bueno para la recuperación de operación de rodilla”! (¿?)


No pude reprimir la tentación de contestarle a tan significativo “enterado”, y le aclaré amablemente que, tanto en el artículo original sobre el estrés que estábamos comentando, como cuando se habla de “los males del estrés”, nadie se refiere a que “es malo”, per sé, sino a que perjudica a niveles altos y prolongados en el tiempo.

El estrés  (excesivo), “quema”

Evidentemente, el estrés, como muchas respuestas anímicas del cuerpo, es un mecanismo de protección o defensa del cerebro ante situaciones que lo precisan. Lo que llamamos estrés, es una sobrecarga puntual de adrenalina que intenta prepararnos para afrontar una tarea larga, pesada o un trance especial. Está programado para facilitarnos la acción rápida y el aguante del cansancio durante cierto tiempo, activando la alerta mental hacia el problema que nos ocupa. Pero, si esa tensión es muy intensa o dura demasiado tiempo- pongamos meses, años- es cuando la función del estrés, en principio sana, se vuelve disfuncional.

Por ejemplo, es lo que en el ámbito laboral se llama “estar quemado”. Y se puede “estar quemado” en otros ámbitos de la vida personal.


El “quemado laboral” o síndrome de Burnout

El estrés excesivo y prolongado por sobrecarga de trabajo, la dedicación exclusiva y en sobreesfuerzo, la decepción hacia los superiores o la desilusión por la labor a realizar, produce  en los profesionales de algunos sectores habituales sensaciones de agotamiento crónico, un desgaste progresivo, unido a desmotivación, irritabilidad anímica y otros síntomas, que fue descrito por primera vez en 1974, por el investigador Freudenberger,  como “síndrome de Burnout”.

El autor de ese primer diagnóstico, lo describía como: “una sensación de fracaso y de existencia agotada, como resultado de la sobrecarga por exigencias de energías, recursos personales o emocionales, del trabajador”. De ese modo, el síndrome de Burnout entró a considerarse un mal psicológico propio del ámbito laboral, sobre todo por la prolongada relación interpersonal y el esfuerzo en la atención.

Muchos investigadores, autores y médicos han dedicado estudios y textos a profundizar en este síndrome y sus consecuencias. En 1981, C. Maslach y S.E. Jackson, identifican el burnout como un “síndrome tridimensional”, dado que afecta con agotamiento físico y emocional, provoca despersonalización del profesional hacia quienes debe atender, y reduce la realización profesional de la persona que lo padece, quien desconfía de sus actitudes y desarrolla un autoconcepto negativo.  Estos mismos autores (Maslach y Jackson, 1981) crearon el método de evaluación del burnout más utilizado hasta la fecha, el Maslach Burnout Inventory (MBI), que consiste en una serie de tests que evalúan los sentimientos y pensamientos del trabajador en relación con su medio de trabajo.

Según las últimas investigaciones, entre ellas las de los ya citados Maslach y Jackson, pero también Pines y Kafry (1978), o Dale (1979) y Cherniss (1980), hay factores que determinan la tendencia a padecer un “burnout”:
  •     Si el profesional tiene deseos de destacar y obtener resultados brillantes, a nivel meramente individual y cuanto antes.
  •     Si conlleva estrés o problemas laborales y particulares.
  •    Si es demasiado autoexigente y con baja tolerancia al fracaso, es controlador, perfeccionista y/o ambicioso.
  •     O si se ve como indispensable en su puesto de trabajo.

Todo esto, puede empeorar si, además, la persona presenta características como:
  • ·         Incapacidad para compartir sus problemas o miedos laborales con familia o amigos.
  • ·         Dificultades para pedir ayuda a compañeros, o delegar parte del trabajo.
  • ·         Falta de preparación o adecuación para el puesto de trabajo.
  • ·         No compartir ideas con el grupo de trabajo o la empresa.
  • ·         Descansar poco o insuficientemente cuando está fatigado.
  • ·         Desear otro puesto de trabajo y no conseguirlo.


Evitar el síndrome del “quemado”

El profesional “quemado” se siente agotado emocional y físicamente, se muestra cínico y desganado ante sus compañeros y quienes debe atender, se desmotiva de lo que, inicialmente, le ilusionaba de su profesión, no consigue concentrarse en su trabajo. Pueden aparecer síntomas como desórdenes metabólicos, desequilibrios de la tensión arterial, insomnio, ansiedad, angustia, crisis de pánico, sentimientos de persecución o coacción, hipersensibilidad y falta de imaginar mejora en el puesto de trabajo o ilusión por el futuro.

En casos extremos de desgaste profesional y de “estar quemado”, muchos especialistas del síndrome recomiendan considerar el cambio de actividad o de lugar de trabajo.

Obviamente, para evitar el síndrome del profesional “quemado”, hay que evitar situaciones de estrés de larga duración.  Los especialistas recomiendan una serie de medidas, para afrontar el desgaste laboral:
  • Analizar todos los aspectos que rodean el entorno del trabajo
  • Establecer prioridades en el desarrollo de la carrera profesional
  •  Tratar de equilibrar las aspiraciones personales, profesionales, sociales y familiares.

Algunos investigadores del síndrome de burnout,  especifican que las personas con menos tendencia a contraerlo son las que poseen una personalidad resistente, positiva y con percepción de control sobre sí mismos; también aquellas con habilidades emocionales y las que, pese a las circunstancias, mantienen  el sentido del humor.

Antes de “quemarse”

En definitiva, la profesión o la dedicación laboral deben ocupar su lugar justo en nuestra cotidianidad, sin excesos o problemas que nos invadan la vida. Por eso es tan importante marcarse las prioridades que cada cual desea o considera como vital para sí mismo -entre ellas, el trabajo- y elegir en consecuencia. Saber dedicarse a la labor con efectividad y profesionalidad, no implica permitir, ni permitirse, abusos de energías que conduzcan al agobio y al desgaste. La salud, la familia y demás seres queridos, la propia felicidad y el propio bienestar, no tienen precio ni repuesto.



sábado, 14 de julio de 2012

Fobia a volar, ¿miedo a las alturas o claustrofobia?


Perdón por el título, es conscientemente provocativo. Quería que entrasen a leer quienes temen a las alturas, quienes padecen de claustrofobia y quienes solo tienen miedo a los aviones… O a varias de esas cosas.
En compensación, confesaré que padecí  una mezcla de las tres en mi última experiencia de vuelo. Nunca tuve miedo a los viajes en avión; hasta esa fecha, me sentí “normal” viajando de ese modo y hasta me gustaba por la rapidez del trayecto que suponía (lo de los aeropuertos es otra historia, en la que puedes perder tanto tiempo como yendo por carretera, en ocasiones). Pero, en mi viaje a Bruselas, todo se torció: me mareé, me mareé más en el mini-baño del avión, me mareé más de más por la falta de aire de la cabina, por la aglomeración de pasajeros y por mi propia inconsciencia.

Para empezar, a causa de los nervios (era un viaje en el que me obsesioné mucho, por motivos personales), no dormí absolutamente nada la noche anterior. En segundo equivocado error, no desayuné nada sólido, pero sí me tomé un café. En tercer lugar, seguí nerviosa hasta el momento de subir al avión. Y en cuarto lugar, me senté junto a la ventanilla mientras despegábamos. Todo fatalmente hecho, efectivamente.

Y, para colmo, empecé a pensar que estaba encerrada a miles de metros sobre el suelo, en un espacio cerrado, mínimo, lleno de gente y sin posibilidad de escapar a tomar el aire durante más de dos horas…Y eso fue ya lo peor.

Así que, si tenéis miedo a las alturas y viajáis en avión, no se os ocurra poneros a mirar cómo asciende de la pista y se aleja de tierra firme. Si tenéis claustrofobia, no dejéis que vuestra mente os muestre un panorama aglomerado, ni reparéis en el poco espacio entre los asientos y, desde luego, ¡intentad evitar ir a un aseo de avión!...Y si tenéis miedo a los aviones, no hagáis ninguna de esas cosas y, además, no toméis café ni nada estimulante antes del viaje, procurad ir descansados y no os fiéis de que el estómago vacío es lo mejor en esos casos ¡No hagáis como yo, haced mejor lo que sigue!


Cómo evitar las crisis de pánico en el avión

El miedo a volar no es ninguna tontería, ni nadie está loco o es débil  por sentirlo. Pese al componente mental, las emociones que se sienten en esos momentos no permiten pensar con demasiada claridad. Por supuesto, hay que intentar controlar la propia mente, pero no ayuda sentirse culpable, observado o “ridículo”. Asumamos que existe el problema, pero también que es superable.

Dicho lo anterior, hay que empezar a mentalizarse con anterioridad, sin permitirse pensamientos catastrofistas e informándose lo máximo sobre todo lo que inquiete a uno o a una. Si es posible, no contratar pasajes en vuelos baratos, que conllevarán seguro cabinas tipo caja de cerillas y asientos inadecuados. Quién se marea en los vuelos o los teme, necesita comodidad para relajarse, punto. No se trata de tirar el dinero, es una prioridad para no pasar un mal rato ni ponerse enfermo.

De cualquier modo, existen otra clase de precauciones a seguir:

1.      Pensar que los pilotos y todo el personal de a bordo son profesionales con muy alta cualificación en el desempeño de sus funciones, bien preparados, con una forma física y psíquica excelente. Solo suben a pilotar aviones en las mejores condiciones, incluso la garantía de que éstas se cumplen puede hacer que haya retrasos en la salida del avión…, no solo las huelgas. Y que, el avión  es un medio de transporte muy seguro. Hay muchísimos más accidentes de coches que de aviones.  
2.      Si se siente inseguridad o miedo dentro del avión, confiárselo a una azafata o alguien del personal, preguntar por las medidas de seguridad y socorro sin ninguna vacilación y no temer que “nos miren raro” o su opinión sobre lo que nos pasa; ellos son profesionales, conocen esta clase de problemas y están para ayudar, informar y hacer que los pasajeros se sientan cómodos.
3.      Las técnicas de respiración son una buena táctica, antes y durante el viaje. Relajan y oxigenan el cerebro, permitiendo más estabilidad y claridad de pensamientos. La respiración abdominal es de las más adecuadas en esos casos: es la que centra el inspirar y expirar el aire desde el estómago. Debe practicarse con el máximo de relajación en el cuerpo, es decir, sentados o acostados cómodamente, e intentando mantener la mente tranquila. Luego, con la práctica, puede llevarse a cabo en cualquier situación menos propicia.
4.      Seguir otras tácticas de relajación que ayuden a ir al viaje más relajados, sin agobiarse en pensamientos negativos, es siempre positivo. Ejercicios sencillos con los pies, manos, cuello, cabeza o brazos, contribuyen a relajar los músculos.
5.       Intenta ir acompañado de alguien de confianza, coge su mano al despegar y aterrizar o si hay turbulencias, habla sobre tu temor porque eso siempre lo hace disminuir. Si vas solo, intenta hablar un poco con el compañero de asiento, escucha música de tu gusto, lee un libro interesante o mira revistas que te interesen, ve una película.
6.      Reserva siempre un asiento de pasillo y ve al viaje con ropas y calzado muy cómodos.
7.      Bebe suficiente líquidos, sin alcohol y que no sean estimulantes como el café o el té.
8.      No pienses en problemas ni en tus temores. Si te acechan, es mejor hablarlos, recordando estas u otras rutinas de relajación y comentándolas con otras personas, para hacer disminuir tu miedo.
9.      Mantén el sentido del humor. Tomarse a risa el propio miedo es una forma de combatirlo. Intentar mantenerse positivo y bromear aleja los pensamientos negativos.
10.  No pienses que “esa es la última vez que coges un avión”. Di para ti mismo que la próxima vez será mejor que la presente. Mentalizarse, poco a poco, de que puede superarse la fobia, es lo que la hace debilitarse.

Yo no pienso rendirme, espero que vosotros y vosotras tampoco. Y espero que estos consejitos os puedan ayudar en el próximo viaje.

miércoles, 11 de julio de 2012

4 Libros sin precio para ayudarnos


Esto llamado tan caóticamente “autoayuda” suele ser, como término para definir el contenido, un completo dislate. Esa es mi opinión, después de ver cómo puede ser considerado “autoayuda” desde lo más parecido a la psicología, donde entra el mismísimo Jung, o el disparate new-age más delirante, con extraterrestres místicos por medio y, eso sí, mensaje redentor. Dirán algunos: ¿a quién se “autoayuda”, a uno mismo o misma, o a las ventas del autor?; pues, oye, a veces me lo he planteado y soy de la convicción personal de que “de todo hay en botica”…, en botica de “autoayuda”, claro.

Por eso me dan un pábulo de confianza los autores que dejan sus obras volar en la red cibernética, al completo y sin condiciones, para la libre lectura gratuita y la ayuda pública de quien guste y se arriesgue a leerles.

Hoy presento, y pongo al alcance de mis amigos de estas páginas, cuatro de esos libros. Son obras que me he leído y hasta he comentado en otras ocasiones. No espero que se conviertan en vuestras lecturas favoritas (o sí), ni afirmo que sienten cátedra de nada. No son infalibles, ni panaceas milagrosas. Son solo señales que marcan caminos; caminos que quizás a alguien le puedan servir, como me sirvieron a mí, para intuir otras posibilidades, otras ideas, otra forma de enfocar esto tan difícil y tan sencillo a la vez, que llamamos vida. Si queréis probar, solo tenéis que cliquear sobre el título y tendréis el archivo a mano.

Podéis elegir entre:


Los que me conocéis un poco sabéis que este libro no podía faltar en mis recomendaciones. Previsiblemente, tenía que ser el primero que recomendase. Sí, con Tolle a cuestas, porque con él descubrí esa otra realidad de nuestro interior humano, sus luces y sus sombras, sin rigideces encorsetadas.
Con algo tan básico y real como que no podemos vivir el futuro hasta que se convierte en presente, ni retornar al pasado porque ya no existe, Tolle postula la energía vital del momento presente, el ahora, y deja al descubierto la trampa del “ego”, la mente analítica disfuncional que domina la sociedad actual, sin ser advertida.

El viejo mensaje de las filosofías orientales, “aquí y ahora”, toma sentido en sus sencillas palabras y da un giro de ciento ochenta grados a la mentalidad occidental, estresada y manipulada durante siglos.
Abaladas por eminentes científicos, médicos y especialistas en el estudio del cerebro humano, las teorías de El Poder del Ahora se reflejan reales en numerosas investigaciones y en cómo están siendo admitidas y utilizadas en diversas escuelas y terapias psicológicas, por ejemplo en la terapia llamada Mindfulness.

Pero, su principal éxito, es el impacto que ha producido ya en miles de lectores de todo el mundo, desde su primera publicación en 1997.

Sea cual sea la situación de vida que se atraviesa, este libro no pasa inadvertido a ningún lector, ni deja indiferente. Como mínimo, su enfoque deja abiertas las puertas del cuestionamiento y la propia conciencia.



En “Los cuatro acuerdos”, Miguel Ruíz  empieza presentando a los naguales, preservadores casi secretos del saber esotérico del pueblo tolteca, que enraíza con el pensamiento espiritual más puro y universal: la necesidad del ser humano de entender  a los demás y de entenderse a sí mismo, llegando a una serie de “acuerdos consigo mismo”  que le reconcilien interior y exteriormente con su realidad.

Para ello, propone incluir entre todos los “acuerdos” o creencias personales, que cada uno acepta consigo mismo, estos cuatro que pueden traerle la paz y sabiduría necesarias para enfrentar al mundo y sus múltiples maneras de pensar y sentir.

Primer acuerdo- Ser Impecable Con Las Palabras.

En un mundo donde la comunicación se vuelve a veces un marasmo de voces, gritos y confusión, se recomienda ser consecuente y prudente con las propias palabras. Que el lenguaje no sea el arma que se alza y se lanza contra los demás, juzgando y acosando. Que la palabra no sea el instrumento soez que ensucia el alma, sino que sirva para transmitir lo positivo y ayude al crecimiento espiritual y personal de quien pueda escuchar y de quien está hablando. La palabra como instrumento de creación y no de destrucción.

Segundo acuerdo- No Te Tomes Nada Personalmente.

Con una prosa maravillosa y práctica, se nos dice de nuevo lo que otras filosofías han recomendado tantas veces: la relatividad de la verdad, el error de aceptar (estar de acuerdo) que lo que vemos, oímos o creemos percibir del exterior como real es auténtico. Traspasar la superficialidad de las palabras ajenas, para ver que no somos “el ombligo del mundo” y que nada gira a nuestro alrededor, sino que somos, solo y nada menos,  una parte de ese mundo integrador que llamamos vida.

Tercer acuerdo- No Hacer Suposiciones.

Abundando en los consejos anteriores, conseguir que la palabra sirva para comunicar también las posibles dudas, malos entendidos  o interpretaciones sobre lo que los demás transmiten, antes que quedarnos (acordar con uno mismo quedarse) con una percepción propia que nos indispone con los demás o emite juicios equivocados. Apartar lo que nuestra mente dice y discute sobre lo que el otro ha querido decir y tener la valentía de preguntar, conciliar y aclarar.

Cuarto acuerdo- Haz Siempre Lo Maximo Que Puedas.

Este cuarto acuerdo permite ser fiel a los otros tres: si haces siempre lo mejor que puedes hacer, cuidarás lo que dices, lo que piensas y no te dañará lo que dicen y lo que piensan de ti. Darás lo mejor de ti, en la medida en que puedas en cada momento, sin esfuerzo ni sufrimiento, sin juzgarte ni culpabilizarte, porque estás haciendo lo que sientes que puedes hacer.


Este libro es una auténtica sorpresa, empezando por que no lo encontraréis en librería alguna, ni digital ni material. Es un obsequio del autor a todos los lectores de la página donde ofrece su otro libro, "Meditación Fluir para Serenar el Cuerpo y la Mente", los beneficios del cual, anuncia, dona íntegramente  a las ONG’s Acoes (que se dedica a la atención educacional de niños y mayores en Honduras) y Entreculturas (que facilita el acceso a la educación a personas del tercer mundo).

Pero es que, Relajación Física y Serenidad Mental, es el testimonio en primera persona de su autor, profesor del Departamento de Psicología Evolutiva y de la Educación de la Universidad de Almería, y enfermo de depresión desde los veinte y pocos años, que narra de forma sincera y natural su odisea para librarse de la ansiedad y la depresión.  Su vida, su padecimiento interior, sus anhelos y sus torturas mentales, sonarán muy familiares a más de un lector o lectora. Y, lo más importante, desvela poco a poco los pasos que le condujeron a cambiar su vida de sufrimiento e insatisfacción por tranquilidad y alegría. Un canto a la esperanza  para muchas personas estresadas y angustiadas, sin entender porqué. Y el relato sin tapujos de un hombre valiente.




Viktor Frankl vivió durante dos años y medio en  cuatro campos de concentración y exterminio nazis. Como declara en su libro “El hombre en busca de sentido” (originariamente,  “Un psicólogo en el Campo de Concentración”), en ese tiempo su motivación para sobrevivir era reencontrarse con su esposa, con la que llevaba solo nueve meses casado, sus padres y sus hermanos; todos ellos murieron durante sus confinamientos, pero él sobrevivió por ese sentido último que dio a su vida.
Sin embargo, pese a las penurias, humillaciones o injusticias vividas y presenciadas, Frankl no perdió ocasión de observar como psicoterapeuta el comportamiento humano de prisioneros y verdugos, evaluando sus reacciones ante la adversidad y utilizándolas en ayudar a levantar la última libertad que le queda a la persona despojada de todo valor: la libertad de elegir qué actitud tomar ante ciertas terribles circunstancias.
Como Viktor Frankl descubrió y proclamó, el ser humano necesita, ante todo,  un sentido para vivir. Lo que tiene más sentido es la pasión del amor, entendido como valor; y el amor que se expresa hacia afuera, en otras personas, objetos o hechos, no es más que el amor por la propia vida. Lo que es igual: por uno mismo, no tanto como cuerpo físico, sino como entidad espiritual, íntegra y completa.