miércoles, 1 de agosto de 2012

Auto-eficacia, ¿de qué sirve equivocarse?


A menudo nos lamentamos de nuestros errores. Nos arrepentimos de haber obrado de determinada manera, o de haber optado por tal o cual elección que después parece "desastrosa". Mirándolo de otra manera, nos daríamos cuenta de que, el error, es parte del aprendizaje de la vida. Si no nos equivocamos, no podemos comparar con las fórmulas más acertadas, no existe superación, no hay experiencia empírica.

En 1977, Albert Bandura, reconocido psicólogo de la Universidad de Stanford (E.E.U.U.), promulgó el concepto de “auto-eficacia” como el nivel de confianza de un sujeto en conseguir lo que se propone. Ello no supone que la persona no considere que puede fallar o en que el proyecto fracase, sino en que está dispuesto a aprender de sus errores para hacerlo triunfar.
El concepto de Bandura se aplica en investigaciones en colectivos como los educativos, deportivos o empresariales. Para Bandura, los errores o fallos sirven más para informar que para desmoralizar, según revelan sus estudios. Como resultado de ellos, asegura que la auto-eficacia puede aprenderse.

¿Qué es la auto-eficacia y cómo usarla?
Para no confundir conceptos, aclaremos que la autoestima es quererse uno mismo, la autoconfianza es confiar que podemos. La auto-eficacia es saber cómo aprender del error. 
 La habilidad para la eficacia, o alta auto-eficacia, se consigue siguiendo un modelo cognitivo-conductual que refuerce la autoestima y la autoconfianza. Algunas de estas estrategias son:
  • Descartar el sentimiento de incapacidad - Eliminar del propio vocabulario la frase “no soy capaz”; repetirla tan solo reafirma la inseguridad, creando en la mente el convencimiento de los hechos probados, cuando es algo puramente anticipativo. Mucho mejor proponerse un “soy capaz”.
  • Eliminar el pesimismo- La baja auto-eficacia promueve una visión negativa del futuro. Como decíamos en el punto anterior, aquello que se da por supuesto acaba siendo realidad, propiciado por uno mismo y sus malos augurios. Así pues, el fatalismo debe cambiarse por la idea de que el destino lo crea uno mismo con su actitud y su constancia.
  • Ser realista – Hay que admitir tanto los éxitos como los fracasos. Ser objetivos, realizar pasos accesibles en la medida que lo van siendo, y avanzar poco a poco hacia la meta. Responsabilizarse de los errores y aceptar los éxitos, para aprender de ambos.
  • No mantener los malos recuerdos- Considerar los errores para poder enmendarlos, no significa recordar las malas experiencias constantemente. Es importante activar unos minutos al día la memoria positiva, aquellos recuerdos de lo que salió bien, para mantener los éxitos activos y presentes.
  • Revisar los objetivos – A fin de que los posibles fracasos o errores cometidos durante la realización del proyecto no propicien la desgana o la inseguridad, es importante repasar el trabajo hecho y el que está por conseguir. Evaluar los progresos, no subestimarlos y adaptar la presunta incapacidad que se pueda percibir como un reto a asumir
  • Arriesgarse – Para sentirse auto-eficaz es imprescindible asumir el riesgo, ponerse a prueba uno mismo es el único modo de acabar sintiéndose plenamente capaz, al constatar que es posible.


 Estudios sobre la auto-efectividad

Bandura y Woods llevaron a cabo un sencillo experimento entre estudiantes de una escuela de negocios. En dos grupos, se les pidió que fundaran e hicieran prosperar una hipotética empresa.

 Un grupo creía tener la máxima libertad de movimientos y medios, mientras el otro se sabía observado, supeditado a una posterior inspección. Las metas que se habían programado para la simulación eran para todos muy altas, casi inalcanzables, dato que los estudiantes desconocían.

Los resultados fueron que, aquellos que estaban convencidos de que podían actuar como creyeran conveniente, desarrollaron su pensamiento analítico, su invectiva y su entusiasmo. Actuaron con total confianza en su éxito y consiguieron los propósitos del simulacro sin acusar mucho esfuerzo. Sin embargo, quienes se sintieron presionados por el miedo a fallar, a no hacer lo que se esperaba de ellos, actuaron de forma confusa, sin convencimiento ni seguridad y erraron de forma que no consiguieron llegar muy lejos.

La conclusión de los investigadores fue que la propia confianza y la libertad de movimientos potencian la consecución del éxito, por complicaciones que surjan. Y, al contrario, la presión y poca confianza en lo que de uno depende, llaman al fracaso.


 Superar los fracasos

Sentirse auto-eficiente es alimentar el bienestar. Igual que necesitamos valorarnos simplemente por ser nosotros mismos, necesitamos sentirnos capaces y capacitados. Nadie se libra, sin embargo, de fracasar en algunos momentos; lo que hay que tener en cuenta es que los fracasos se pueden superar, o que siempre contienen un aprendizaje para no errar la próxima ocasión. Y siempre hay otra oportunidad.


Como decía el escritor Elbert Hubbard, “un fracasado es un hombre que ha cometido un error, pero que no es capaz de convertirlo en experiencia”.







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