(Publicado anteriormente, con mención especial de la Redacción, en Suite101)
Si reflexiona un momento, quien esté leyendo este pequeño
texto estará de acuerdo en que, en nuestra sociedad actual, es muy difícil
conocer a alguien que se sienta completamente feliz en todo momento, o que no
base su felicidad en una dependencia afectiva, económica o de futuro.
Si esas bases que la persona cree vitales para su bienestar
y equilibrio emocional se tambalean, inmediatamente se siente desgraciada. Es
lógico sentirse triste si se sufre una pérdida, del tipo que sea; lo ilógico es
que le demos el poder de nuestra vida a ese dolor.
Y más ilógico aún, reflexionándolo, es que la mayoría de
personas sienta una insatisfacción permanente que no acaba de completar su vida
y que le hace pensar que será más feliz cuando obtenga una determinada meta, en
el futuro. Siempre en el futuro.
¿No nos pasa algo así
a cada uno de nosotros, continuamente? Claro que sí y, porque es generalizado ese sentimiento,
creemos que es “normal”. Pero, ¿no sería preferible sentirse bien con uno mismo
y con los demás, fuesen las que fuesen las circunstancias de la vida?
¿Qué necesita usted
para ser feliz?
¿Puede contestar la pregunta de la entradilla?; quizás crea
que en este momento sí, que en este momento tiene en su mente lo que
necesitaría para sentirse feliz. Quizás piense en tener cerca a una persona, en
obtener un nuevo puesto de trabajo, o más dinero, o mejor salud, o mayor
bienestar. No se preocupe, cuando obtenga eso en lo que está pensando, una
nueva prioridad le impedirá sentirse feliz hasta que la consiga, y así
sucesivamente.
El cerebro humano funciona así: concentrándose en el pasado
o en el futuro para alejarnos de la tranquilidad interna. Es en esencia un
mecanismo defensivo de alerta, pero que en el ser humano actual se ha vuelto
exacerbado. Es como si la mente nos dominara, exigiendo, en vez de dominarla
nosotros a ella. Siempre queremos más, siempre falta algo, siempre estamos
insatisfechos.
Haga el ejercicio contrario, piense en qué le impide ser
feliz o estar sereno y en paz en este instante concreto, ahora mismo; la
respuesta será que lo que se lo impide es pensar en eso que le intranquiliza.
Repare en ese detalle: pensar, mantener la idea en su mente y darle vueltas,
convirtiéndola en una presión casi inconscientemente. Un pensamiento le hace
infeliz.
Problemas, soluciones
y confusiones
Pensamos en aquello que creemos necesitar para sentirnos
realizados y enfocamos esa realización en el futuro, cuando llegue ese ansiado
momento de plenitud. O pensamos en aquel tropiezo del pasado que nos marcó y
nos marca y no nos deja sentirnos bien con nosotros mismos. Olvidamos que el
futuro ha de llegar, y cuando llegue será ya el presente; y que solo entonces
se verá si nuestros pronósticos eran acertados. Olvidamos que el pasado no va a
volver, y que nuestra vida sigue transcurriendo ahora; cada segundo
torturándonos con el peso del pasado es otro segundo que sufrimos, innecesariamente.
¿Qué pasaría si enfocáramos nuestro pensamiento tan solo en
el instante que vivimos? No en mañana, ni en dentro de una hora, sino en este
mismo instante. Obviamente, no cambiaría el pasado, ni alteraría el futuro,
salvo en que estaríamos más concentrados en lo que puede ocuparnos ahora, en lo
que podemos hacer en el presente; no mañana, ni ayer. Por lo tanto, no
estaríamos sufriendo por lo que pueda pasar, por conseguir nada, ni por lo que
pasó y ya no podemos cambiar.
Centrarse en el momento presente es utilizar la mente para
trabajar para el futuro, pero disfrutando del ahora mismo. Es darle a la mente
toda su capacidad de superación, sin distracciones que no puede alcanzar.
Porque no puede arreglar nada en el pasado, ni en el futuro, solo en este
instante.
Un proyecto sale mejor si se disfruta cada paso para
realizarlo, si se celebra cada pequeño avance como un éxito en el recorrido.
Pero esos detalles nos pasan desapercibidos cuando estamos pensando únicamente
en terminar, en conseguirlo. Y, ¿después qué?, ¿acaso no surgirá algo más que
creamos que nos hace falta?
Vemos problemas donde solo hay retos, decisiones que tomar.
Por supuesto que podemos equivocarnos, pero eso no es más que un nuevo reto: el
reto de aprender de los errores sin lamentarnos ni paralizarnos. Aprender nos
aporta algo nuevo; lamentarnos nada en absoluto.
Confundimos, pues, preocuparnos con ocuparnos, pensar con la
realidad, y creemos que lo que pensamos somos nosotros mismos.
¿Qué necesitamos
todos para ser felices?
Creemos que necesitamos de ciertas personas de nuestro
entorno, a las que queremos: una pareja, unos padres, hijos, hermanos, amigos…
A ellos les amamos, nos gusta tenerles cerca y compartir pero, ¿son los demás
quienes nos hacen felices, o nos hacemos felices nosotros y se lo transmitimos
a ellos? Podemos apoyarnos en nuestros seres queridos en momentos de confusión,
discapacidad o dolor, pero no podemos hacernos dependientes de los demás para
ser felices; nuestra felicidad depende solo de nuestra capacidad para asumir
nuestra realidad.
¿De qué le sirve pensar que ahora no es feliz por eso que
tiene que conseguir o por lo que perdió?; solo le sirve para enfermar y
sentirse desdichado.
Lo que todos necesitamos saber para sentirnos seguros y
tranquilos es que nos aceptamos como somos, que nos descubrimos poco a poco, y
que estamos en paz con el pasado y el futuro inalcanzables, porque solo hoy
estamos viviendo. Lo demás, viene dado.
Inténtelo, se sorprenderá positivamente.