sábado, 11 de agosto de 2012

¿Quiere usted ser feliz?


 (Publicado anteriormente, con mención especial de la Redacción, en Suite101)




Si reflexiona un momento, quien esté leyendo este pequeño texto estará de acuerdo en que, en nuestra sociedad actual, es muy difícil conocer a alguien que se sienta completamente feliz en todo momento, o que no base su felicidad en una dependencia afectiva, económica o de futuro.

Si esas bases que la persona cree vitales para su bienestar y equilibrio emocional se tambalean, inmediatamente se siente desgraciada. Es lógico sentirse triste si se sufre una pérdida, del tipo que sea; lo ilógico es que le demos el poder de nuestra vida a ese dolor.

Y más ilógico aún, reflexionándolo, es que la mayoría de personas sienta una insatisfacción permanente que no acaba de completar su vida y que le hace pensar que será más feliz cuando obtenga una determinada meta, en el futuro. Siempre en el futuro.

 ¿No nos pasa algo así a cada uno de nosotros, continuamente? Claro que sí y,  porque es generalizado ese sentimiento, creemos que es “normal”. Pero, ¿no sería preferible sentirse bien con uno mismo y con los demás, fuesen las que fuesen las circunstancias de la vida?


¿Qué necesita usted para ser feliz?

¿Puede contestar la pregunta de la entradilla?; quizás crea que en este momento sí, que en este momento tiene en su mente lo que necesitaría para sentirse feliz. Quizás piense en tener cerca a una persona, en obtener un nuevo puesto de trabajo, o más dinero, o mejor salud, o mayor bienestar. No se preocupe, cuando obtenga eso en lo que está pensando, una nueva prioridad le impedirá sentirse feliz hasta que la consiga, y así sucesivamente.

El cerebro humano funciona así: concentrándose en el pasado o en el futuro para alejarnos de la tranquilidad interna. Es en esencia un mecanismo defensivo de alerta, pero que en el ser humano actual se ha vuelto exacerbado. Es como si la mente nos dominara, exigiendo, en vez de dominarla nosotros a ella. Siempre queremos más, siempre falta algo, siempre estamos insatisfechos.

Haga el ejercicio contrario, piense en qué le impide ser feliz o estar sereno y en paz en este instante concreto, ahora mismo; la respuesta será que lo que se lo impide es pensar en eso que le intranquiliza. Repare en ese detalle: pensar, mantener la idea en su mente y darle vueltas, convirtiéndola en una presión casi inconscientemente. Un pensamiento le hace infeliz.

Problemas, soluciones y confusiones

Pensamos en aquello que creemos necesitar para sentirnos realizados y enfocamos esa realización en el futuro, cuando llegue ese ansiado momento de plenitud. O pensamos en aquel tropiezo del pasado que nos marcó y nos marca y no nos deja sentirnos bien con nosotros mismos. Olvidamos que el futuro ha de llegar, y cuando llegue será ya el presente; y que solo entonces se verá si nuestros pronósticos eran acertados. Olvidamos que el pasado no va a volver, y que nuestra vida sigue transcurriendo ahora; cada segundo torturándonos con el peso del pasado es otro segundo que sufrimos, innecesariamente.

¿Qué pasaría si enfocáramos nuestro pensamiento tan solo en el instante que vivimos? No en mañana, ni en dentro de una hora, sino en este mismo instante. Obviamente, no cambiaría el pasado, ni alteraría el futuro, salvo en que estaríamos más concentrados en lo que puede ocuparnos ahora, en lo que podemos hacer en el presente; no mañana, ni ayer. Por lo tanto, no estaríamos sufriendo por lo que pueda pasar, por conseguir nada, ni por lo que pasó y ya no podemos cambiar.

Centrarse en el momento presente es utilizar la mente para trabajar para el futuro, pero disfrutando del ahora mismo. Es darle a la mente toda su capacidad de superación, sin distracciones que no puede alcanzar. Porque no puede arreglar nada en el pasado, ni en el futuro, solo en este instante.

Un proyecto sale mejor si se disfruta cada paso para realizarlo, si se celebra cada pequeño avance como un éxito en el recorrido. Pero esos detalles nos pasan desapercibidos cuando estamos pensando únicamente en terminar, en conseguirlo. Y, ¿después qué?, ¿acaso no surgirá algo más que creamos que nos hace falta?

Vemos problemas donde solo hay retos, decisiones que tomar. Por supuesto que podemos equivocarnos, pero eso no es más que un nuevo reto: el reto de aprender de los errores sin lamentarnos ni paralizarnos. Aprender nos aporta algo nuevo; lamentarnos nada en absoluto.

Confundimos, pues, preocuparnos con ocuparnos, pensar con la realidad, y creemos que lo que pensamos somos nosotros mismos.

¿Qué necesitamos todos para ser felices?

Creemos que necesitamos de ciertas personas de nuestro entorno, a las que queremos: una pareja, unos padres, hijos, hermanos, amigos… A ellos les amamos, nos gusta tenerles cerca y compartir pero, ¿son los demás quienes nos hacen felices, o nos hacemos felices nosotros y se lo transmitimos a ellos? Podemos apoyarnos en nuestros seres queridos en momentos de confusión, discapacidad o dolor, pero no podemos hacernos dependientes de los demás para ser felices; nuestra felicidad depende solo de nuestra capacidad para asumir nuestra realidad.
¿De qué le sirve pensar que ahora no es feliz por eso que tiene que conseguir o por lo que perdió?; solo le sirve para enfermar y sentirse desdichado.
Lo que todos necesitamos saber para sentirnos seguros y tranquilos es que nos aceptamos como somos, que nos descubrimos poco a poco, y que estamos en paz con el pasado y el futuro inalcanzables, porque solo hoy estamos viviendo. Lo demás, viene dado.

Inténtelo, se sorprenderá positivamente.


lunes, 6 de agosto de 2012

Métodos de Inteligencia emocional o controlar las emociones



Cuando algún problema nos agobia y estamos dándole vueltas, el nerviosismo colapsa la mente y solo tendemos a ver todo negro, sin salidas o a sentirnos vulnerable y sin saber qué hacer.  Es una reacción típica en la que han intervenido muchas emociones entremezcladas: sorpresa  o pasmo, incertidumbre, precipitación o temor, anticipación (ya estamos imaginando que todo será un desastre y que no vemos la solución), más temor, agotamiento emocional, agobio…

En una situación tan confusa, que no vengan a decirnos que,  "para regular y modificar el estado de ánimo, precisamos que la IE (Inteligencia Emocional) ponga en marcha cuatro componentes, según el modelo de habilidad que proponen Jack Mayer y Peter Salovey, los científicos que acuñaron el término “inteligencia emocional”, concepto que desarrollaron en sus estudios, y que son :
   
Percepción y expresión emocional: reconocer conscientemente las emociones e identificar los sentimientos, y ser capaces de darles una etiqueta verbal. 

 Facilitación emocional: capacidad para generar sentimientos que faciliten el pensamiento.
    
Comprensión emocional: integrar lo que sentimos dentro de nuestro pensamiento y saber considerar la complejidad de los cambios emocionales.
    
 Regulación emocional: controlar y manejar las emociones tanto positivas como negativas de forma eficaz."

Sin embargo, eso es lo que hay que hacer pero, dicho en otras palabras, nos sonará más comprensible y sentiremos que podemos llevar a cabo cada uno de esos puntos. Por ejemplo, si nos lo explican diciendo que solo hay que concentrarse en lo inmediato, en las necesidades más prioritarias, darse tiempo, cuidarse y relajarse y que la consigna es pensar qué podemos hacer con el problema “aquí y ahora”, estaremos simplificando la cuestión.

En realidad, ese es el primer “secreto” de la autoayuda, que no tiene que ser un manual exacto de psicología, ni adecuarse concretamente a la problemática de cada persona, pero que funciona, al explicar de un modo accesible a cualquier mente cómo controlar las emociones que nos desbordan.  


Paso a paso, con la Inteligencia Emocional..., o “autoayudándonos”

Lo primero que en los libros de autoayuda se hace plantear al lector es qué emociones generan su sentimiento de descontrol, pérdida o vulnerabilidad. "¿Sientes tristeza?, ¿sientes ira?, ¿te sientes perdido?", preguntan las cabeceras de casi todos los manuales, para añadir posteriormente que, con esa guía, se podrá encontrar la calma que lleve a la solución. Quien así se siente, se identifica inmediatamente con el enunciado y buscará el mensaje en las páginas siguientes. Sin darse cuenta, están poniendo en práctica su inteligencia emocional, tal como dicen los doctores Meyer y Salovey, identificando sus emociones. 

El conferenciante y escritor estadounidense Daniel Goleman, "explotó" muy bien ese sistema, investigado en realidad por Meyer y Salovey. Lo hizo en su libro "La Inteligencia Emocional", que todavía es best-seller y por el que se le suele reconocer como precursor del método...; su mérito real es simplicar lo que los otros dos investigadores descubrieron y desarrollaron. Góleman, les pidió permiso para nombrar  el método en su libro..., pero se "olvida" de nombrarles en sus conferencias como los precursores de él, a menudo.

Cuando el estado de ánimo está alterado, se siente urgencia de calmarlo ante todo. Las palabras “aquí y ahora” transmiten esa inmediatez que parece dar la clave a nuestro cerebro para prestar atención. “Aquí y ahora” se nos va a ofrecer una solución para hallar la calma, ¿quién puede resistirse a eso? Nada de largas terapias, nada de paciencia con nuestro sufrimiento; el mensaje es “aquí y ahora”, y eso, de por sí, ya tranquiliza. Todos podemos asumir que debe haber una solución “aquí y ahora”. Y, sin saberlo siquiera, estamos integrando el segundo concepto de la metodología de Mayer-Salovey; recordemos:

Facilitación emocional: capacidad para generar sentimientos que faciliten el pensamiento

La sensación  de estar cerca de encontrar una solución de forma inmediata, facilita poder pensar.

Mantener la serenidad, aquí y ahora

La tercera parte del mensaje es: “¿qué puedes hacer aquí y ahora?”. Se nos aclara, prácticamente en todas las guías de autoayuda, que lo siguiente que podemos hacer es recuperar nuestra calma, nuestra serenidad. Apenas lo lee, la persona preocupada o emocionalmente dolorida, intenta comprobar si realmente queda calma en su interior. La desea tanto que descubre que sí, que puede sentir un poco más de tranquilidad y pararse a pensar, a observar el problema que le inquieta.

Esa es la fase tres del método de la habilidad de la IE: comprensión emocional, integrar en el pensamiento los sentimientos y empezar a asumir la complejidad emocional que sufrimos.

Cuarto paso, controlar las emociones, hallar la paz interior

Una vez el “aquí y ahora”, la concentración en el momento presente, nos ha traído un poco de la serenidad necesaria, el mensaje de autoayuda nos indica que “nosotros podemos tomar el control de nuestras emociones, y no dejarnos llevar por ellas”. Algunos autores lo llaman “buscar la paz interior”, otros “tomar el control de nuestra mente”, y algunos “acallar al ego, en beneficio del yo”. Da igual la visión más o menos espiritualista, filosófica o científica con que se imparta la enseñanza: todos aciertan, porque lo importante es que se pueda ser consciente del control de las propias emociones, antes de que dominen la situación.

De ese modo, aprendemos a elegir emociones positivas, porque nos damos cuenta de que nos benefician más que quedarnos centrados en las negativas que las circunstancias adversas nos inspiran. Justo lo que recomienda el cuarto principio deducido por los psicólogos Mayer y Salovey en su método de la habilidad para la evaluación de la inteligencia emocional.


Autoayuda vs. Psicología

Así pues, podemos concluir que los métodos de autoayuda y los de la psicología moderna- o la inteligencia emocional- no solo se complementan, sino que se retroalimentan. Los primeros ponen los medios más sencillos para acceder al paciente, mientras los segundos son la base empírica en la que apoyarse.

Con cierta ironía, un profesional de la medicina mental comentaba entre amigos que, la llamada autoayuda, es “la psicología para el pueblo llano” y añadía que, si así la hacía más comprensible y practicable, bienvenida sea.

miércoles, 1 de agosto de 2012

Auto-eficacia, ¿de qué sirve equivocarse?


A menudo nos lamentamos de nuestros errores. Nos arrepentimos de haber obrado de determinada manera, o de haber optado por tal o cual elección que después parece "desastrosa". Mirándolo de otra manera, nos daríamos cuenta de que, el error, es parte del aprendizaje de la vida. Si no nos equivocamos, no podemos comparar con las fórmulas más acertadas, no existe superación, no hay experiencia empírica.

En 1977, Albert Bandura, reconocido psicólogo de la Universidad de Stanford (E.E.U.U.), promulgó el concepto de “auto-eficacia” como el nivel de confianza de un sujeto en conseguir lo que se propone. Ello no supone que la persona no considere que puede fallar o en que el proyecto fracase, sino en que está dispuesto a aprender de sus errores para hacerlo triunfar.
El concepto de Bandura se aplica en investigaciones en colectivos como los educativos, deportivos o empresariales. Para Bandura, los errores o fallos sirven más para informar que para desmoralizar, según revelan sus estudios. Como resultado de ellos, asegura que la auto-eficacia puede aprenderse.

¿Qué es la auto-eficacia y cómo usarla?
Para no confundir conceptos, aclaremos que la autoestima es quererse uno mismo, la autoconfianza es confiar que podemos. La auto-eficacia es saber cómo aprender del error. 
 La habilidad para la eficacia, o alta auto-eficacia, se consigue siguiendo un modelo cognitivo-conductual que refuerce la autoestima y la autoconfianza. Algunas de estas estrategias son:
  • Descartar el sentimiento de incapacidad - Eliminar del propio vocabulario la frase “no soy capaz”; repetirla tan solo reafirma la inseguridad, creando en la mente el convencimiento de los hechos probados, cuando es algo puramente anticipativo. Mucho mejor proponerse un “soy capaz”.
  • Eliminar el pesimismo- La baja auto-eficacia promueve una visión negativa del futuro. Como decíamos en el punto anterior, aquello que se da por supuesto acaba siendo realidad, propiciado por uno mismo y sus malos augurios. Así pues, el fatalismo debe cambiarse por la idea de que el destino lo crea uno mismo con su actitud y su constancia.
  • Ser realista – Hay que admitir tanto los éxitos como los fracasos. Ser objetivos, realizar pasos accesibles en la medida que lo van siendo, y avanzar poco a poco hacia la meta. Responsabilizarse de los errores y aceptar los éxitos, para aprender de ambos.
  • No mantener los malos recuerdos- Considerar los errores para poder enmendarlos, no significa recordar las malas experiencias constantemente. Es importante activar unos minutos al día la memoria positiva, aquellos recuerdos de lo que salió bien, para mantener los éxitos activos y presentes.
  • Revisar los objetivos – A fin de que los posibles fracasos o errores cometidos durante la realización del proyecto no propicien la desgana o la inseguridad, es importante repasar el trabajo hecho y el que está por conseguir. Evaluar los progresos, no subestimarlos y adaptar la presunta incapacidad que se pueda percibir como un reto a asumir
  • Arriesgarse – Para sentirse auto-eficaz es imprescindible asumir el riesgo, ponerse a prueba uno mismo es el único modo de acabar sintiéndose plenamente capaz, al constatar que es posible.


 Estudios sobre la auto-efectividad

Bandura y Woods llevaron a cabo un sencillo experimento entre estudiantes de una escuela de negocios. En dos grupos, se les pidió que fundaran e hicieran prosperar una hipotética empresa.

 Un grupo creía tener la máxima libertad de movimientos y medios, mientras el otro se sabía observado, supeditado a una posterior inspección. Las metas que se habían programado para la simulación eran para todos muy altas, casi inalcanzables, dato que los estudiantes desconocían.

Los resultados fueron que, aquellos que estaban convencidos de que podían actuar como creyeran conveniente, desarrollaron su pensamiento analítico, su invectiva y su entusiasmo. Actuaron con total confianza en su éxito y consiguieron los propósitos del simulacro sin acusar mucho esfuerzo. Sin embargo, quienes se sintieron presionados por el miedo a fallar, a no hacer lo que se esperaba de ellos, actuaron de forma confusa, sin convencimiento ni seguridad y erraron de forma que no consiguieron llegar muy lejos.

La conclusión de los investigadores fue que la propia confianza y la libertad de movimientos potencian la consecución del éxito, por complicaciones que surjan. Y, al contrario, la presión y poca confianza en lo que de uno depende, llaman al fracaso.


 Superar los fracasos

Sentirse auto-eficiente es alimentar el bienestar. Igual que necesitamos valorarnos simplemente por ser nosotros mismos, necesitamos sentirnos capaces y capacitados. Nadie se libra, sin embargo, de fracasar en algunos momentos; lo que hay que tener en cuenta es que los fracasos se pueden superar, o que siempre contienen un aprendizaje para no errar la próxima ocasión. Y siempre hay otra oportunidad.


Como decía el escritor Elbert Hubbard, “un fracasado es un hombre que ha cometido un error, pero que no es capaz de convertirlo en experiencia”.