Si te has colado alguna vez en el metro, o te has saltado tu
turno en una larga cola, o birlaste alguna fruslería (bonita palabra en desuso)
siendo niño o adolescente, o te has quedado con material de oficina para tu uso
personal, o no has devuelto un cambio de más por descuido, o aceptaste un
trabajo en la empresa de un familiar o conocido… ¡entérate, eres corrupto! Pero
solo si hiciste esas cosas y además eres de pensamiento de izquierdas o, peor
aún, de Podemos. Eso dicen con toda
rotundidad los ministros y altos cargos en el gobierno. Te deja de piedra pómez
oírles asegurar con toda resignada inevitabilidad que “la corrupción está en el
genoma humano”, como si fuera una célula defectuosa que compartimos todos. De
ahí que no tengas que escandalizarte,
insinúan, por comportamientos tan consecuentes con la más profunda humanidad
como robar durante décadas millones de euros del erario público, o darse la
gran vida (prostitutas incluidas, que aún son un objeto de lujo a peso de
carne) a costa de los contribuyentes
(tú, yo, vosotros, nosotras), o colocar en el poder municipal, autonómico o
nacional tan solo a los fieles amiguetes de confianza. O a la familia, que la sangre tira.
A ver, que aún hay clases, y cada uno “peca” o delinque en
la medida que su clase social se lo permite…Pero delinquir, o corrompernos, nos
corrompemos todos, según el partido en el gobierno con más corruptos descubiertos de
todos los gobiernos corruptos que hemos padecido. Eso dicen desde la palestra de los medios de
comunicación comprados o medio comprados (con dinero de los ciudadanos, claro),
mientras bajan la mirada pero no la cabeza. La altanería y la prepotencia por
delante, siempre, que para eso son de derechas y los que mandan en el país.
Visto lo anterior, no extraña al ingenuo y dócil ciudadano
que, quienes dirigen el país, salgan en defensa de los que medran a la sombra
de otros corruptos, diciendo, literalmente, eso tan equilibrador de “si te invitan a comer y pagan con dinero
robado, tú no tienes la culpa ni eres cómplice del robo”… ¡Ostia, no, si no
sé que estoy con un ladrón, pero sí lo sé porque incluso ha aparcado un Jaguar
en mi garaje!...entre otros “regalos”. Comparar que un colega robaperas te
invite a unas cañas, con tolerar que tu marido (¡tu marido!) reciba “incentivos”
cuantiosos de no sabes quién, es como decir que, cometido el primer asesinato,
no viene de aquí cuánta gente asesines y, total, una vez muertos ninguno se
queja.
La enzima de la corrupción, que es muy mala y les (nos)
obliga, claro.
Por eso sorprende que, para el oponente político (o “enemigo”)
la vara de medir no es que sea otra, es que se convierte en látigo. Al que se
acerca peligrosamente a convertirse en serio rival por la poltrona presidencial,
hay que observarle con lupa, exigir que sea no ya impoluto, sino ejemplar; hay
que esperar que sea más que intachable, digno de una beatificación o, de lo
contrario, si resulta que grita en los campos de fútbol o ha aparcado mal el
coche alguna vez (y sin pagar en el parquímetro, oiga), se le tienen que abrir
expedientes disciplinarios, ponerle en la picota social, señalarle como
excepción indeseable…¿No habíamos quedado que la culpa de la picaresca era de
la condición humana?...¡Ah, no, que eso es para grandes desfalcos, hurtos,
prevaricaciones, y/ o genocidios sociales!...Y solo si los hace la gente “de
bien”, o sea, los que tienen poder y
dinero.
El cinismo, queridos compañeros de ingenuidad humanista,
también debe ser cosa inevitable de los genes.
Por lo tanto, olvídense de la honradez y denle de una vez
por todas otro significado a esa palabra. Olvídense de la bondad, de la
compasión, de la justicia, y limítense a hacer obras de caridad -de vez en
cuando y sin abusar, que los pobres se acostumbran- que eso calma la conciencia
removida y da permiso para seguir haciendo daño colateral para lucro propio.
Y, a la hora de votar, no cambien a sus corruptos de
siempre, los de casa, los que ya tienen práctica, hablan bien y llevan siempre sonrisas
de diseño, ropa de marca y aspecto atildado. Ellos son los que saben, los que
no moverán nada para que todo siga igual, los que seguirán proveyéndoles de su
dosis de miedo a lo diferente, tan
necesaria para quedarse quietos y no tener que hacer nada, culpando de lo mal
que están a los demás.
Porque ellos son los que les han descubierto que ustedes son
corruptos, al mismo nivel que el peor de los sinvergüenzas gerifaltes. Porque, al miedo al cambio, deben unir su mala conciencia
de pecadores o delincuentes irredentos, sin derecho a señalar a otros peores, y
“apechugar” con su castigo, que no es otro que seguir aguantando que les roben,
les marginen y arruinen la vida de ustedes y sus familias quienes saben robar
más y mejor…Porque, al final, hemos quedado que todos somos oportunistas y
ladrones, pero que solo debemos hacer la vista gorda con los reyes del robo y
la inhumanidad, tan humana ella. Al resto, hay que castigarles y no darles
tregua…, lo tienen merecido por pobres, de izquierdas (seguro, siempre) y por
atreverse a decir y creer que la justicia no es siempre la ley.