Acabo de firmar una de esas peticiones online que se hacen
para alentar beneficios comunes, o
privados pero que afectan a otros muchos casos similares. El de hoy, es la
situación que vive una familia cuyo hijo menor (cuatro años actualmente) sufre
desde que nació una distrofia muscular de Duchenne, enfermedad degenerativa que
conduce generalmente a la muerte precoz.
La sacrosanta Seguridad Social, administrada por el
todopoderoso estado y su brillante gestión, les denegaron unos análisis
necesarios, que tuvieron que efectuar vía privada. El coste de dichos análisis,
para la Administración, es lo que costaría un buen almuerzo para unos cuantos
jerarcas, en un restaurante convenientemente prestigioso, mientras negocian
alguna tramitación para privatizar un centro o cómo ahorrar en material
sanitario, recortando recursos. Vamos, el coste de un análisis para
diagnosticar acertadamente, es una minucia comparado con el sueldo mensual de
algunos de esos burócratas que manejan lo que queda de nuestra sanidad pública:
2.100 euros…Eso vale el dejar de lado (o no) el bienestar de un niño enfermo y
la tranquilidad de una familia.
Pero lo peor es lo que les argumentó para la negativa el
propio médico, un neurólogo y supuesto ser humano. “Viendo a su hijo, creo que lo
mejor que le podría pasar seria quedarse muerto en la mesa del quirófano,
porque para la vida que va a llevar…”. Con frases como ésta, y ante la
pasmada y horrorizada mirada de los padres y el hermano mayor (5 años) del pequeño enfermo, el “sabio”
concluyó diciendo que “ni superara los 9
años, y con problemas graves de salud, no vamos a gastar recursos en él,
puesto que intuimos que será Duchenne. Y, además, está muy afectado y no es necesaria
ningún tipo de terapia. Mejor dejarle tranquilito en casa”. Y, después de
eso, siguió respirando y seguro que cenó opíparamente y se fue a la cama a su
hora…El señor doctor, humanidad y delicadeza personificadas, que deja morir “tranquilito”
a un pequeño, ante la indefensa desesperación de su familia. Se ahorró sus
recursos y, quizás, en otras ocasiones, abogue por la abolición del aborto para
“proteger la vida” de los nonatos.
Alguien que todavía cree en la dignidad de vivir, en el
respeto a cada ser humano – y que ese respeto debe ser proporcional a lo
vulnerable que se haya la persona- y en la empatía con el sufrimiento ajeno, se
escandalizará como yo me he escandalizado ante ese trato a unos padres y a un niño.
Pero lo que pone realmente triste, lo que le deja a una sin aliento, es la
experiencia de comprobar lo institucionalizado que está ese tipo de conductas.
Tengo mis dudas de si es solo en esta época de “recortes” y precariedades que
ocurren estas cosas entre el personal sanitario y humano que “vela” por nuestra
salud. Tengo sobradas pruebas, desgraciadamente, para creer que consiste en un
protocolo que, poco a poco, se instala como ejemplo a seguir, como código
inapelable y tradicional, para aquellos casos “perdidos” a juicio de los
responsables de diagnosticar. Y los médicos y enfermeros lo acatan con
asumida y total indiferencia y
normalidad.
¿Saben ustedes de las “plantas de desahuciados” que existen
(hace muchos años) en cada hospital público? He tenido la mala fortuna de
visitar algunas, aunque, naturalmente, en términos generales no se les llama
así – inútil decoro que encubre las terribles prácticas, o la falta de
prácticas, que en ellas se tienen- y escuché cosas tan tremendas como “no tienen remedio, si vienen aquí”, “da
igual que no se le alimente, va a morir tarde o temprano” o “si su cuerpo quiere, vivirá; no vale la
pena hacer nada más”. Literal. Y una se pregunta qué toque divino dota a
ese personal sanitario de tal poder adivinatorio, más que la obviedad de que,
si se les abandona y condena como desahuciados, esos pacientes morirán,
evidentemente ¿No es eso juzgar sobre la vida o la muerte? ¿Pasaría lo mismo
si, cada uno de esos enfermos, reportara unos cientos de euros al día para el
centro? ¿No habría más “milagrosas” recuperaciones, si se les atendiese en lo
que a diario se pudiera?...También tengo mis dudas.
Les dejo reflexionando, porque mis propias reflexiones me
han puesto un nudo en la garganta y una duda más sobre el género humano en la
cabeza. Y no quiero ir al médico, mientras pueda evitarlo.