domingo, 9 de junio de 2013

Joyas en la red





 ""Hay dos maneras de difundir la luz... ser la lámpara que la emite, o el espejo que la refleja." - Lin Yutang

En este mundo convulso y convulsionado, en el que ya parece colapsada nuestra capacidad de sorpresa  y de admiración (y no digamos la de asombro), son escasas las oportunidades de sentir que hemos topado con algo especial, que hay gente excepcional, que existen aún los sabios auténticos, natos y sin academia. Pequeños rasgos de las personas que aparecen como tirando del hilo, poco a poco, y te dejan con la boca abierta, te devuelven la certeza y la fe en la grandeza humana, llegan como un soplo intenso de aire fresco..,  aún saliendo del dolor, la decepción o  el inconformismo social. Y es que, ¿qué son los filósofos sino los pensadores que nos hacen recapacitar en lo que de ordinario no queremos ver? ¿Qué son, sino los que desvelan la verdad  (la suya y quizás la nuestra) oculta bajo la superficialidad más frívola y aparentemente inocua?

  
Internet, ese súper invento que nos libera y nos esclaviza al mismo tiempo, sin el que no sabríamos vivir ya, ni muchos de vosotros y nosotras podríamos trabajar, me ha traído hoy un regalo que pocas veces prodiga. No digo que cada día no puedan descubrirse cosas insólitas, hermosas o admirables, pero me sigue pudiendo la hermosura y la sencillez, cándida aún siendo dura, de la sincera sabiduría interna de las personas. Y eso me ha pasado con estos dos amigos, conocidos de letras y navegaciones internáuticas,  maduros expertos de cuando las palabras solo viajaban en papel, que aún tienen, aunque desganada, un poco oculta como por vergüenza al desfase,  la habilidad de decir cosas intensas que dejan mudo al chascarrillo, al comentario ocioso y al halago fácil.


Roberto y Pepe, Pepe y Roberto, dos personas a quienes apenas conozco y que son capaces de volcar tanta autenticidad y trasfondo en una simple conversación. Con su permiso (esperando no se arrepientan de habérmelo otorgado) transcribo estas dos joyas en la red:



Pepe: Cuando consideramos que no somos nadie o nada, lo que nos queda es parecernos a alguien. Qué pena esta sociedad en la que es más importante parecer que ser.


 Roberto: Es verdad, José Luis, la pregunta es muy simple ¿qué pasa cuando la careta cae, y vemos lo que hemos amado, tal cual es?, ¿No queda una sensación de....estafa? Hemos sido engañados por las apariencias, y, lamentablemente en algún momento las apariencias caen al suelo y nos encontramos que hemos amado una apariencia, y no hemos podido leer en los ojos de la amada, la verdad del corazón.


Pepe: Roberto,...je, je...con Pepe es suficiente. Como bien dices, es una gran estafa y de consecuencias muy graves, mucho más que las preferentes o políticos títeres. Las personas que quieren disimular sus "defectos", edad, posición social, etc...., algún día tropiezan con la realidad y entonces se dan cuenta de que no se tienen ni a sí mismos, y debe ser muy duro acabar sus días sin saber quien son.


Y una piensa en tanta gente con el amor propio disfrazado de cosmético, de vestido de moda, de pura apariencia… Y a una le suena lo de amar a un idealizado, a un ser que jamás se ha mostrado y al que una misma le ha colocado la careta del amor perfecto, leal, comprensivo; y que resulta ser otra persona que la que quisimos ver…Y, con la réplica de Pepe, ves después que hay algo peor que descubrir esa verdad del auto engaño: vivir en él, dejarse amar sin haber amado, creer en el poder de la materialidad, para acabar descubriendo, tarde ya, que no has vivido, solo has sido un reflejo indiferente y ajeno.


Así que, me siento afortunada, después de leer a Roberto y Pepe, Pepe y Roberto. Por mostrarme que no me equivoco en no perder tanto tiempo en ponerme máscaras como escuchando a mi intuición, descubriéndome a mí misma y descubriendo a gente maravillosamente excepcional en su sencillez, como vosotros.  Contenta, Roberto, por constatar en tus palabras que, amar, aunque sea a alguien a quien has idealizado, es mejor que ser amado por lo que no llegas a ser. Al menos amas; cosa que el otro (o la otra en tu caso; pongamos que hablamos de ti) jamás supo hacer, ni disfrutar. Y no hay que sentirse estafado por la vida, ni engañado por esa persona, fuimos nosotros mismos los que imaginamos una perfección que no existía ¿Y qué?, ¡buena fortuna,  si entonces sirvió para sentir el amor!


Ya aprendimos, ya nos escuchamos, ¿qué queda? Nada más y nada menos que el conocimiento de lo fácil que es dejarse engañar por las apariencias agradables, cuando no son más que apariencia. No nos dejemos engañar tampoco por las apariencias desagradables, ni derrotar por la decepción o la amargura. 

Si la vida es una lección, aprendamos. Gracias a los dos por enseñarme algo más.


lunes, 1 de abril de 2013

Las chicas malas del cine






Me da por observar ( que no mirar) a esos personajes femeninos que el cine de todas las épocas nos ha ofrecido como prototipos de mujer deseable, fatal y, a la vez, ejemplos constantes de lo malísimas que podemos llegar a ser y lo muy vulnerables que son los hombres (aunque sean “protas”) ante nuestros efímeros encantos.

Las diosas de la gran pantalla son, en su mayoría,  de esa especie que justifica para ellos el deseo inmediato de las hembras y el repudio  desdeñoso que se merecen por frías, calculadoras, virulentas y crueles.  Pero, ¿eran así en realidad, esos personajes de mujeres, o fueron producto de su época? ¿Se mereció Gilda recibir malos tratos? ¿Era tan “enloquecedora” Marilyn? ¿Qué tienen que ver con las “chicas malas” del cine actual? ¿Y con las mujeres reales?



Gilda, o Rita Hayword

Creo que aún no tenía uso de razón para entender lo que se tiene por bueno y malo, y menos aún en el terreno erótico-sentimental, y ya jugaba yo a recrear la famosa escena del guante de Gilda, una película que ya entonces era antigua y que mi madre no se cansaba de explicarme cual cuento para adultos reciclado. Y es que la belleza de Gilda – mejor dicho, de Rita- encandila a hombres y mujeres (incluso a niñas), por causas bien distintas o quizás no tanto.

Gilda, al contrario que la Lolita de Nabokov (ya hablaremos de mi tocaya, que me la tienen muy distorsionada, a la pobre) no es ni aparenta ser ninguna ingenua, no juega al ambiguo juego de “mosquita muerta” de las mujeres de su época, no engaña más que a los que se quieren dejar engañar- o culparla de haber sido engañados- que son todos los hombres que se ponen a su paso. Gilda, adulta, pícara, provocadora y magníficamente sensual, es un anzuelo perfecto que, en realidad, se convierte en el pez capturado que se revuelve ante su captor. En la historia de Gilda, ha sido siempre la víctima propiciatoria para ser utilizada y, cuando quiere dejar de ser el pez,  la transforman en el malvado gancho destroza corazones que crea rencores apasionados. Gilda solo quiere sobrevivir, a ser posible vivir;  y para ello utiliza lo que ha aprendido: que las mujeres son un reclamo sexual, que solo así te dan lo que deseas, que ningún otro valor intelectual o espiritual le será reconocido ni tiene tanta fuerza, en un mundo patriarcal y misógino, como el magnetismo erótico de su belleza externa.

Pero, ¡ah!, Gilda no es tonta y está ya muy escamada. No cae en romanticismos trasnochados, aunque también los utilice para sus fines. Gilda quiere vivir consigo misma, tener lo suficiente para ser ella misma, no depender ni dejarse manejar como un auto deportivo…Y eso no se le perdona, de ninguna de las maneras.

Solo un dato: Johnny (Glenn Ford) le propina una sonora bofetada; ella le da dos. La llamaron malvada por esa respuesta. Juzguen ustedes.




Por siempre Marilyn, el mito femenino del ideal masculino

Marilyn Monroe no tiene una sola película en la que su personaje sea destacable. Es siempre el mismo, perpetuado cinta tras cinta: Indómita aunque ingenua,  perfecta en su imperfección, cándida aunque arrolladora. Es la tontita preciosa que ellos siempre soñaron y soñarán, porque les han enseñado que las mujeres así son lo mejor para que un hombre lo pase bien, se luzca ante los amigos y no tenga problemas doméstico-sentimentales. Marilyn no reclama atenciones más que cuando quieren dárselas; Marilyn está siempre ahí, enloquecedoramente sexy y bonita; Marilyn es un trofeo glorioso, sumiso y bobo.

Marilyn, dicen, no era Norma Jean. Norma Jean buscaba amor, del bueno, del respetuoso, del libre, del que valora a las personas aunque sean mujeres, desesperadamente.

Y, si para eso tenía que aparentar lo que le decían, hacer lo que se esperaba de ella o reinventarse distinta, lo hacía. En la pantalla y fuera de ella, como fue el caso.

Creó escuela, y hay montones de mujeres que la han emulado en sus vidas reales. Lo que no tengo tan claro es si nos ha hecho un favor a las mujeres, contagiando ese comportamiento. A ella no le funcionó muy bien, en lo personal; creo que a las demás, a la larga, tampoco.



La señorita Shug, de “El Color Púrpura”

¿A que no os esperabais este personaje?... ¿Sabéis cuál es?...Pues es mi favorito de la película de Spielberg y de la novela de Alice Walker (que ganó el Pulitzer con esta obra).

Es ese personaje a ratos odioso, impertinente, frívolo, prepotente;  y a ratos tierno, compasivo, heroico y mediador. Shug (señorita Shug) es la antítesis (aparente) de la sumisa, apaleada, ignorante y acomplejada Cellie (Woopie Woldberg). Shug, para Cellie, es la amante de su marido y también su liberadora (la de ella), porque es la primera persona que la hace feliz y le devuelve un poco de su dignidad perdida ¡Casi nada!

Pero, ¿cómo es Shug o, mejor dicho, quién es Shug? Pues es una desvergonzada de tomo y lomo, para empezar. Es decir, es una mujer que se ha hecho a sí misma, con lo que tenía a mano; que ha pasado de convencionalismos sociales, que toma para sí lo mejor de cada día, que intenta superar un pasado que aún la hiere. Pero Shug, herida, desengañada del amor, calculadora y fría con los hombres cual Gilda afroamericana, es capaz también de compadecerse del sufrimiento ajeno, de ver más allá del dolor y la mediocridad de los demás y descubrir a la persona aprisionada bajo pesadas capas de miedo y vejación. 

Vale, Shug es bisexual, pero el sexo no es su objetivo, como en los hombres, sino un aditamento de la vida más.

Shug entrega, además de recibir, porque anhela redimirse ante los ojos de su padre, al que idolatraba de niña, pero que la asfixiaba en una existencia coartada y servil como a las demás mujeres de su época y su entorno social.
Pero Shug se demuestra a sí misma que puede con ese rechazo paterno y con más, reforzada por ese dar a los demás lo que necesitan: alegría, dignidad, valor, reconocimiento, amistad. Y es entonces cuando es recompensada por la vida: cuando es totalmente ella misma.

“Hermana, tengo noticias para ti: soy especial; ojalá tú sepas que lo eres también”, dice en su maravilloso blues “Sister”.

Esas humanas “chicas malas”

Éste ha sido mi análisis - personal, claro está- aunque podría decir mucho más de cada uno de esos perfiles, ficticios o reales, pero de mujer. Son estereotipos creados para dar una impresión, pero que han tomado vida propia, incluso contra la voluntad de sus creadores muchas veces. Ellas, las “chicas malas”, no son malas, ni buenas, ni simples, ni débiles, ni manejables. Son humanas; y como humanas son complejas en sus caracteres, comportamientos y forma de ver la vida. Tienen sus luces y sus sombras, como todas nosotras que somos de carne y hueso, como todos los hombres que las han idolatrado y las idolatran, al tiempo que las llaman “malas mujeres” o “mujeres fatales”, como les reprochó en tiempos más lejanos Sor Juana Inés de la Cruz. No desean ser adoradas, ni deseadas, ni fastidiar a nadie;  en realidad, solo quieren ser queridas y valoradas…, más allá de sus bonitos cascarones.

Me falta añadir qué tienen en común con las chicas malas que nos muestra el cine más reciente o actual: a mi juicio, nada. Y pienso que es porque las mujeres actuales no tienen excusa para ser “fatales”; pueden ser mujeres-persona, hacerse respetar sin pasar por el aro del halago al varón, competir por lo que desean sin un Pigmalión que las proteja, las apadrine o las enseñe.

Por eso, las mujeres del cine que llaman la atención de los hombres, no son más que floreros sexuales con pistola o brujas desaprensivas pero bellas. Las poco atractivas, en las “pelis” de hoy en día, suele pretenderse que sean lo que no hay que ser, pasando supinamente de sus intelectos, dulces caracteres o valores éticos o morales…., que ni se perfilan; por eso apenas tienen papeles o son de mala, malísima y secundaria, como el de la película “Por la cara”, de reciente estreno.  Pero podemos hablar de ellas en otra ocasión, como de Lolita…Hermanas.

viernes, 15 de marzo de 2013

Carta a un hermano del Tercer Mundo






Querido hermano del llamado Tercer Mundo:

Hoy me dirijo a ti para comunicarte que ya no voy a ser más solidaria contigo y con los que, como tú, sufren y mueren de hambre, enfermedades, guerra y miseria,  en esos lejanos países. Con todo dolor y toda vergüenza, tengo que decírtelo. Y no voy a ser solidaria contigo, a través de esas asociaciones no gubernamentales que nos unían y nos comunicaban, tan desinteresada y trabajosamente, porque hoy necesito la pequeña contribución que daba para ti para comer yo y los míos.

Así es, hermano en la pobreza. Mi gobierno, y todos los gobiernos que nos rodean e influyen, espoleados ellos por los intereses de los poderosos que realmente mandan, ordenan y disponen de nuestras vidas y nuestro dinero, han complicado tanto mi existencia y la de mis conciudadanos que tenemos dificultades para trabajar; y por lo tanto, dificultades para salir adelante, para vivir, para mantener a nuestros hijos y a nuestros ancianos…, para el simple y cotidiano acto de comer. Como tú, como vosotros, pobres desheredados; a nosotros también nos están robando nuestra herencia, nuestros derechos como personas. Quieren robarnos nuestra dignidad, por más que luchamos.

¿Qué voy a contarte a ti de injusticias? Tú y los que como tú, millones de vosotros en todo el mundo, sabéis lo que son. Pues, bien, ahora nos toca a nosotros; a los que creíamos tener más, a los que queríamos ayudaros, a los que soñábamos con que levantarais cabeza y se acabara el hambre y el horror. Despertamos de nuestro sueño de comodidad y engaño, y vemos que toda nuestra buena voluntad ha sido tan obviada como nuestro esfuerzo. Y que, con nosotros, caéis vosotros, una vez más.

Lo siento, hermano, lo siento mucho. Escribo esto con el corazón encogido de dolor, pero sé que, en tu infinita paciencia y bondad, lo comprendes. La caridad empieza por uno mismo, dice un adagio cristiano; y si no es así, al menos si es cierto que la necesidad obliga y el instinto de supervivencia  nos impulsa a cuidar de nosotros primero, bien lo sabes tú, a pesar de todo.

Dejo de poder colaborar con todas esas organizaciones humanitarias, esas ONG’s generosas, que os alcanzan un poquito de la ayuda que deseábamos daros personas como yo, millones también. Y, te prevengo, mucho temo que ellas, las asociaciones que velaban por vosotros con su granito de arena en ese mar de injusticia que os ahoga, también se verán imposibilitadas de seguir atendiendo vuestras necesidades, dentro de poco.  Deberá ser así, si deben atender a los que sufrirán y morirán de hambre y miseria en sus propios países, en su propia casa. Porque vamos a necesitarles, si no les necesitamos ya, para saciar nuestra propia hambre, cuidar de nuestros propios enfermos abandonados, y cobijar a nuestros ancianos desvalidos.

Nada puede hacerse para evitarlo, porque los poderosos así lo han decretado. Ya ves, qué mal está este mundo que pretendíamos contribuir a arreglar, desde nuestra humilde y, aún así, privilegiada posición. Este golpe tremendo y cruel nos ha desbordado a todos, y más pronto que tarde nos vamos viendo forzados a mirar por nuestra propia prevalencia, en decrecimiento de la del prójimo – vosotros-  que nos necesita. Nadie mira ni respeta ya los derechos ni los merecimientos, porque esos poderosos de los que te hablo nada saben ni quieren saber de pobreza o de lo que es ver a los propios hijos padecer calamidades. Ellos viven imperturbables,  ignorantes e intocables  en sus burbujas de lujo y poder, en sus paraísos de grandes negocios y grandes placeres, donde la más mínima mota de polvo que enturbie sus insensibles sentidos está desterrada.  Quieren más pobres y más miseria, no entiendo para qué, ni para qué les sirve, pero quién entiende esos egos tan enfermos de locura y avaricia.

Así que, por esa causa ajena,  se acabó la caridad, la solidaridad con los que estáis tan lejos, porque necesitamos ayudarnos a nosotros mismos y entre nosotros mismos.
Este dolor inmenso me hace estallar en llanto; pero las lágrimas no van a solventar nuestros problemas de subsistencia. Lo siento, hermano, aunque sé que estas palabras no pueden llegarte porque ¡qué sabes tú de lecturas, ni de internet, ni de mensajes escritos! Recibías nuestros mensajes de hermandad con ese poco de comida que os enviábamos, ese donativo que mejoraba vuestra chabola, o vuestra salud, o vuestra educación o la de vuestros hijos…Ahora ya ni eso nos une, os tenemos que abandonar, también nosotros. ¡Lo siento tanto, tanto! Perdóname, y di, si puedes, a los tuyos que nos perdonen a todos; es que vuestro Tercer Mundo nos lo están trasladando aquí.