domingo, 30 de noviembre de 2014

Proteger la vida que se muere






Acabo de firmar una de esas peticiones online que se hacen para alentar beneficios comunes,  o privados pero que afectan a otros muchos casos similares. El de hoy, es la situación que vive una familia cuyo hijo menor (cuatro años actualmente) sufre desde que nació una distrofia muscular de Duchenne, enfermedad degenerativa que conduce generalmente a la muerte precoz.


La sacrosanta Seguridad Social, administrada por el todopoderoso estado y su brillante gestión, les denegaron unos análisis necesarios, que tuvieron que efectuar vía privada. El coste de dichos análisis, para la Administración, es lo que costaría un buen almuerzo para unos cuantos jerarcas, en un restaurante convenientemente prestigioso, mientras negocian alguna tramitación para privatizar un centro o cómo ahorrar en material sanitario, recortando recursos. Vamos, el coste de un análisis para diagnosticar acertadamente, es una minucia comparado con el sueldo mensual de algunos de esos burócratas que manejan lo que queda de nuestra sanidad pública: 2.100 euros…Eso vale el dejar de lado (o no) el bienestar de un niño enfermo y la tranquilidad de una familia.


Pero lo peor es lo que les argumentó para la negativa el propio médico, un neurólogo y supuesto ser humano. “Viendo  a su hijo, creo que lo mejor que le podría pasar seria quedarse muerto en la mesa del quirófano, porque para la vida que va a llevar…”. Con frases como ésta, y ante la pasmada y horrorizada mirada de los padres y el hermano mayor  (5 años) del pequeño enfermo, el “sabio” concluyó diciendo que “ni superara los 9 años, y con problemas graves de salud, no vamos a gastar recursos en él,  puesto que intuimos que será Duchenne. Y, además, está muy afectado y no es necesaria ningún tipo de terapia. Mejor dejarle tranquilito en casa”. Y, después de eso, siguió respirando y seguro que cenó opíparamente y se fue a la cama a su hora…El señor doctor, humanidad y delicadeza personificadas, que deja morir “tranquilito” a un pequeño, ante la indefensa desesperación de su familia. Se ahorró sus recursos y, quizás, en otras ocasiones, abogue por la abolición del aborto para “proteger la vida” de los nonatos.


Alguien que todavía cree en la dignidad de vivir, en el respeto a cada ser humano – y que ese respeto debe ser proporcional a lo vulnerable que se haya la persona- y en la empatía con el sufrimiento ajeno, se escandalizará como yo me he escandalizado ante ese trato a unos padres y a un niño. Pero lo que pone realmente triste, lo que le deja a una sin aliento, es la experiencia de comprobar lo institucionalizado que está ese tipo de conductas. Tengo mis dudas de si es solo en esta época de “recortes” y precariedades que ocurren estas cosas entre el personal sanitario y humano que “vela” por nuestra salud. Tengo sobradas pruebas, desgraciadamente, para creer que consiste en un protocolo que, poco a poco, se instala como ejemplo a seguir, como código inapelable y tradicional, para aquellos casos “perdidos” a juicio de los responsables de diagnosticar. Y los médicos y enfermeros lo acatan con asumida y total indiferencia y normalidad.


¿Saben ustedes de las “plantas de desahuciados” que existen (hace muchos años) en cada hospital público? He tenido la mala fortuna de visitar algunas, aunque, naturalmente, en términos generales no se les llama así – inútil decoro que encubre las terribles prácticas, o la falta de prácticas, que en ellas se tienen- y escuché cosas tan tremendas como “no tienen remedio, si vienen aquí”, “da igual que no se le alimente, va a morir tarde o temprano” o “si su cuerpo quiere, vivirá; no vale la pena hacer nada más”. Literal. Y una se pregunta qué toque divino dota a ese personal sanitario de tal poder adivinatorio, más que la obviedad de que, si se les abandona y condena como desahuciados, esos pacientes morirán, evidentemente ¿No es eso juzgar sobre la vida o la muerte? ¿Pasaría lo mismo si, cada uno de esos enfermos, reportara unos cientos de euros al día para el centro? ¿No habría más “milagrosas” recuperaciones, si se les atendiese en lo que a diario se pudiera?...También tengo mis dudas.


Les dejo reflexionando, porque mis propias reflexiones me han puesto un nudo en la garganta y una duda más sobre el género humano en la cabeza. Y no quiero ir al médico, mientras pueda evitarlo.